31 de maig 2011

"BIG DOG", UN PERRO SIN PULGAS

Lo he dicho ya una vez en este blog: de entre todos los inventos que he tenido ocasión de conocer en lo que llevo de vida –ya empiezan a ser unos cuantos–, y de los que yo he podido además beneficiarme directamente, el que más ilusión me hizo fue la impresora de inyección de tinta que me regaló mi mujer por mi vigésimo tercer cumpleaños. Mucho antes, sin embargo, me había admirado otro invento futurista sobre el que, si me lo permitís, prefiero mantener la incertidumbre para hablar de él más adelante en otro post –qué queréis que os diga si las ideas ya empiezan a escasear–. A cambio, estoy convencido de que el invento que traigo hoy aquí no os dejará indiferentes. Es cosa de los americanos, como casi siempre. Se lo ha sacado de la manga la Agencia de Investigación de Proyectos Avanzados de Defensa (DARPA), perteneciente al Departamento de Defensa de los Estados Unidos, responsable del desarrollo de nuevas tecnologías para uso militar. Esta agencia, que fue creada en 1958 como consecuencia de la Guerra Fría, tiene el mérito, entre otros, de haber puesto las bases para la creación de Internet. Por lo tanto, creo que se ha ganado con creces el respeto por todo lo que hace.

Pues bien, ¿alguien se ha planteado alguna vez tener en casa un perrazo al que no sea necesario desparasitar, que no te deje perdida de babas la ropa ni cubierto de pelos el piso, ni se lleve una parte de tu presupuesto en sacos de pienso ni en bistecs, que no te robe ni un ápice de tiempo jugando a lanzarle el hueso o la pelota y que, además, no te enseñe los dientes si, supuestamente, se te va un poco la mano y descargas sobre él la ira acumulada en el trabajo? En menos de lo que canta un gallo, va a ser posible. El perro perfecto está al llegar. Se trata de Big Dog, un macho alfa de la familia de robots de la compañía Boston Dynamics, en cuyo diseño ha colaborado también la NASA y la Universidad de Harvard. Mide un metro de largo y setenta centímetros de alto, y pesa setenta y cinco kilos. Se mueve gracias a un motor de gasolina que acciona un sistema de actuación hidráulica. Las patas articulan como las de un animal y tienen elementos amortiguadores que absorben los impactos y reciclan energía con cada paso que dan. Una computadora de a bordo controla la locomoción, los servomecanismos de las patas y una amplia variedad de sensores, entre los cuales aquellos que le garantizan una visión estroboscópica. Además, un sofisticado sistema de control maneja la dinámica de su comportamiento para mantener el balanceo, la dirección, la navegación y la regulación energética. Puede recorrer seis kilómetros cada hora, ascender pendientes de hasta treinta grados y, de momento, ha sido utilizado para cargar pesos de más de cincuenta kilos.
Yo ya me veo libre de mi pesado equipo fotográfico mientras recorro con Big Dog inhóspitas selvas amazónicas o abriéndome paso sin contemplaciones entre las hordas de turistas que los sábados por la mañana me amargan la compra semanal en el mercado de La Boquería.

30 de maig 2011

SEMIÒTICA I LLENGUA EN EL CINEMA

Foto: Imatges Google

Llegeixo l’article Cinefilia escrita, de la meva col·lega de despatx Mónica, una jove i vocacional crítica de cinema 2.0 –com li agrada definir-se–, en la recent creada revista digital détour. Comença així: «No creo en la semiótica cinematográfica... ». De seguida em veig a casa d’una de les dues companyes amb qui m’ha tocat fer un dels darrers treballs de la carrera, una anàlisi semiòtica sobre la pel·lícula La casa de Bernarda Alba, del director Mario Camus. Tot és molt estrany. A jutjar per l’arbitrarietat del terreny en què ens movem, en aquell precís moment jo tampoc no crec en la semiòtica cinematogràfica –de fet, no n’he cregut mai després–. M’ha resultat senzill arribar a la conclusió que es tracta d’una ciència postissa, de pa sucat amb oli, la pretensió de la qual és que un grup d’estudiosos en puguin viure a partir d’empescar-se un munt de teories rocambolesques. Penso que em resultaria molt més interessant analitzar les meves companyes, clavades a les germanastres de la Ventafocs. O bé entrar a veure, si no la versió teatral de La casa de Bernarda Alba, sí almenys un dels vodevils del teatre Apolo, que puc contemplar des de la finestra de l’habitació on estic fent el treball. Sento que perdo el temps miserablement i que l’Umberto Eco ens la va jugar a tots els estudiants del món quan, a mitjan anys setanta, va publicar el Tratado de semiótica general.
En el repàs que la Mónica fa sobre la crítica cinematogràfica d’aquest país continuo trobant aspectes coincidents. Com, per exemple, el de definir-la com un gènere literari, mai periodístic, de manera que la subjectivitat està present tothora. A més, com molt bé diu, «escribo de cine porque sólo así acabo entendiendo qué me ha quedado de una película, y porque en el proceso descubro interpretaciones, pistas o conexiones que de otra forma no hallaría. Escribo para entender, busco entender para disfrutar, quiero disfrutar para transmitir…».
Jo no he escrit mai sobre cine, però si ho hagués de fer no hi ha dubte que aquest Cinefilia escrita seria una excel·lent brúixola. Del que ja li costarà molt més de convèncer-me a la Mónica és de la importància del llenguatge cinematogràfic parlat. Ella sosté que és relativa; jo que és capital. Fa un parell de mesos, vam mantenir un debat caldejat arran de la pel·lícula Pa Negre. Vaig expressar-li la meva indignació per com s’hi maltractava el català. De fet, si hi ha un director de so o d’il·luminació, no veig perquè no s’ha d’instituir també la figura d’un filòleg que insti al director a repetir l’escena quan detecti errades en el diàleg. Si en les pel·lícules en versió original castellana ja em sembla lamentable, en les catalanes ho trobo encara més censurable. I més quan tots sabem que el llenguatge cinematogràfic parlat és un convencionalisme que l’espectador accepta per endavant. 

29 de maig 2011

RECORDANDO A LEONARDO SCIASCIA

Foto: Ricardo Gutiérrez

En enero prometí que más adelante me explayaría sobre el escritor siciliano Leonardo Sciascia. Así que hoy voy a desmarcarme del guión previsto por todos los escribidores de este país y, en vez de fútbol, hablaré de literatura.
Cuando mi mujer y yo nos fuimos a vivir juntos, juntamos también nuestras raquíticas bibliotecas. Una de sus grandes aportaciones fue una colección de literatura universal de quiosco, editada por Seix Barral, cuya cuidada encuadernación en guaflex amarronado resultaba inconfundible. Pese a que distaba mucho de estar completa, la calidad de las novelas con que contaba no era nada desdeñable. Recuerdo que el simple hecho de leer los títulos y de relacionarlos con sus respectivos autores ya me resultaba sumamente placentero. Había tres en los que me detenía con curiosidad: El zafarrancho aquel de vía Merulana, de Carlo Emilio Gadda, Las tribulaciones del joven Törless, de Robert Musil, y el raro Todo modo, de Leonardo Sciascia. Sin embargo, no llegué a leer entonces ninguno de esos tres libros, como tampoco lo he hecho después. Sus títulos me han parecido siempre tan evocadores que me he querido imaginar yo la historia.   
Fue hace pocos años, quizá cinco o seis antes de que muriera, cuando le compré dos libros al escritor Antonio Rabinad en la parada que tenía en el mercado de Sant Antoni. Uno lo vi claro enseguida: Los detectives salvajes, de Roberto Bolaño. El otro, me lo aconsejó el propio Rabinad: 1912 + 1, de Leonardo Sciascia. No tardé en leerlo. Tuve la misma sensación que cuando muerdo una oliva Kalamata: su literatura explotó en mi cerebro con tal virulencia que los efectos tardaron días en desaparecer de las papilas cognoscitivas.
Sciascia, como dijo una vez Enric González, fue una de las conciencias más sólidas de Italia. Vivió siempre entre su pueblo, Racalmuto, y Palermo, donde se trasladó para no separarse de sus hijas. Lo definían el apego por lo rural, un gran escepticismo y el pitillo pegado a los labios. Su clarividencia levantaba tantas ampollas que perjudicó su popularidad. El mismo Paco Camarasa, mi hombre en NegrayCriminal, confesó mientras se llevaba las manos a la cabeza no haberlo leído en su día por culpa de sus prejuicios ideológicos. Respecto a A cada cual, lo suyo, el libro que leímos en enero en el club, lo que parecía un sangriento asunto pasional se convirtió en la vieja trama de catolicismo, familia y patrimonio que alguna vez exige mártires. Sciascia fue, en definitiva, uno de esos escritores que todavía no consideraban la literatura como una sección secundaria de la industria del entretenimiento, sino como factor de poder. Y, aunque pensara que los intelectuales jamás han ejercido la menor influencia, adquirió sobre el mundo cierta forma de autoridad desde su pequeña isla.

28 de maig 2011

LES ESCOPINADES DEL PEP GUARDIOLA

Foto: Imatges Google

 «Avui al vespre el Barça guanyarà 3 a 1, amb gols del Villa, del Messi i de l’Abidal. Aquesta categòrica asseveració, és un simple pronòstic de culer incondicional amb els nervis a flor de pell o un spoiler? Malauradament, no deixa de ser un pronòstic. La naturalesa d’obra inconclusa d’un partit de futbol que està per jugar-se nega la segona opció. Encara que el resultat final sigui després idèntic al vaticini. (Tant de bo!). Molt diferent seria que, havent-se complert la premonició, d’aquí a deu anys algú que no hagués vist encara la final de Wembley de la temporada 2010-2011 volgués tirar de videoteca per conèixer-ne el resultat i el bocamoll de torn li digués: «No perdis el temps, home! El Barça va guanyar 3 a 1, amb gols del Villa, del Messi i de l’Abidal». Perquè el brou de cultiu de l’spoiler faci xup-xup s’ha de recórrer al passat. Si bé el concepte no és gaire eufònic –spoiler em sona a aleró de cotxe de bandarra–, té més suc que una taronja valenciana. És com el porter d’un cau de vici: així que et desbarra el pas, t’apareix un univers ple de possibilitats. No debades, a fi que el terme faci efecte i que la indiscreció que es cometi arribi a aigualir-li la festa a algú, es necessita un bec moll i un passerell o un bonàs. El cas és que estic més content que un gos amb un os amb el meu anglicisme. Sobretot perquè només fa vint-i-quatre hores que l’he après. Com ja comença a ser habitual, ha estat gràcies a l’extravagant enciclopedisme dels meus joves companys d’oficina. Ara ja tinc ganes d’enxampar un bon babau per aixafar-li la guitarra tot revelant-li que el Charlton Heston mai no va arribar a moure’s de la Terra a El planeta dels simis o que el Darth Vader és el pare del Luke Skywalker». En tot això pensava aquest matí mentre rentava els plats, quan el meu fill ha entrat a la cuina com un cicló i, sense solta ni volta, ha llançat una escopinada a l’aigüera.

– Però, què fas? –he proferit, completament atònit–.
– Què passa, papa? El Pep Guardiola també escup i tothom se l’estima– m’ha respost tan tranquil i ha sortit amb la mateixa empenta que portava.
És veritat. Malgrat que el planeta sencer faci la vista grossa –jo no m'excloc–, penso que el Pep es comporta igual que els vells fastigosos que es passen el dia llançant escopinades als escocells dels arbres –això, els més civilitzats!–. Però com que no vull que ningú no addueixi que, tot i ser un porc, escup amb una gran elegància, em guardaré molt de sortir a la palestra amb aquest assumpte. I més en un dia tan important com el d’avui.  

27 de maig 2011

ENTRE UN 'BLOODY MARY' Y UNA MAGDALENA

Foto: Imágenes Google

El otro día me bebí el primer Bloody Mary de la temporada. Se trata de un cóctel que nació en París, en el Harry’s New York Bar, en 1920, de la mano del barman Fernand Petiot. El nombre está relacionado con varias mujeres, algunas reales, otras ficticias. Al parecer, proviene de la mezcla del club Bucket of Blood, en Chicago, y una bella corista llamada Mary; ahora bien, consigo suele emerger la leyenda de María Tudor, hija de Enrique VIII, quien se ganó el apodo de Bloody Mary por su constante persecución a quienes no profesaran la religión de su padre. En cuanto llega el calor, me pirra tomarlo antes de las comidas. No puedo resistirme a ese choque de contrarios que se cuece en su interior –pese al hielo– y que enfrenta el poderío ácido del zumo de tomate y del limón, por un lado, y la robustez salobre del tabasco, la salsa Worcestershire (o inglesa), la sal y la pimienta, por el otro. Sólo la fuerte graduación alcohólica del vodka, árbitro neutral de la contienda, consigue mantener a raya a los contendientes.
Cuando cumplí los cuarenta, me propuse educar al paladar en el noble arte del cóctel. Empecé por el Bloody Mary y me gustó tanto que debo reconocer que no me he atrevido a ir más allá. Sigo en la puntita del iceberg, fascinado por la espesa sangre de María y remiso a continuar dando pasos de cangrejo para sumergirme en este fascinante universo. Quiero tomarme mi tiempo. Tengo bien a mano los consejos sabios de Javier de las Muelas, el maestro nacional en esta disciplina, pero me niego a dejarme llevar por el arrebato del excesivo Winston Churchill, quien, sobre su bebida favorita, el Dry Martini, esa feliz mezcla de ginebra y vermut blanco, opinaba que cuanto más seco, mejor, lo cual implicaba que con una miradita a la botella de vermut era más que suficiente. Sin duda, cumplía a rajatabla con la lúcida sentencia del irlandés George Bernard Shaw: «El alcohol es la anestesia para poder soportar la operación de la vida». 
En fin, que ya me he vuelto a ir por los cerros de Úbeda, tierra de Joaquín Sabina y Antonio Muñoz Molina, entre otros. Yo simplemente quería decir que el otro día, mientras desgranaba la combinación de sabores del primer Bloody Mary de la temporada, me vi invadido de nuevo por la acostumbrada embestida de la nostalgia y en lo que tardé en bebérmelo pasó por mi cabeza toda la película del año. Ya lo esperaba. Así que aproveché para hacer balance y me sentí bien. Además, entre un Bloody Mary y una magdalena no hay color.  

26 de maig 2011

ELS 'HIPSTERS' DEL RAVAL

Foto: Imatges Google

Jo és que em pixo! Segons explicava el passat diumenge La Vanguardia, ara resulta que al meu barri, el Raval, li han trobat paral·lelismes amb el de Manhattan. Pel que sembla, les universitats estatunidenques i les revistes de mig món estudien amb tot luxe de detalls una tribu urbana que ja ha passat a la posteritat: la dels hipsters. Es tracta d’un fenomen cultural que acull les tendències més modernes en aquest àmbit i que s’ha consolidat sense l’ajuda de la televisió i al marge d’una estratègia concebuda per endavant.
El principal tret definitori del hipster –o gafapastas, segons el terme castellà que s’ha encunyat per apropar-nos l’individu adscrit a aquest moviment (em sap molt greu no n’haver trobat cap de convincent en català, almenys sense contravenir la normativa d’en Pompeu)– és el seu aspecte, en el qual sobresurten les imprescindibles ulleres de pasta model Ray Ban Wayfarer, la barba o el bigoti si es tracta d’un home o els llavis pintats de vermell si és una dona, la camisa de quadres, la samarreta amb eslògan cridaner, els texans ajustats, roba interior visible, tatuatges a la vista o amagats, bambes i un gadget que pengi del coll, com la Gameboy o el iPod. Per descomptat, el seu mitjà de transport habitual no és un altre que el monopatí –perdó, l'skate!– o, si de cas hi manca, la bicicleta. Però tot aquest abillament quedaria buit de contingut sense l’actitud. El hipster no forma part de la massa, sinó que s’hi avança. De fet, no estaria gaire lluny del setciències de tota la vida. Els seus filòsofs de capçalera són l’eslovè Slavoj Zizek i el francès Gilles Lipovetsky, apòstols de la no acció i de l’individualisme. Quant als seus gustos literaris, mentre que el hipster nordamericà adora el Dave Eggers, l’europeu és incondicional del Michel Houllebecq. En definitiva, i a ulls dels experts, es tracta d’una generació desacomplexadament frívola, d’una subcultura que ha nascut a l’empara del neoliberalisme i que, sota una capa de rebel·lió, amaga uns valors d’allò més reaccionaris. O sigui, pura carn d’executiu el dia de demà.
Jo no sé si és que ha vingut a parar aquí tota la púrria de Manhattan, però vull aprofitar la conjuntura per suggerir a les universitats americanes i a les revistes de mig món que, a fi de garantir-ne el rigor, afegeixin també als seus estudis els qualificatius de maleducats, prepotents, cridaners, narcisistes i insolidaris que caracteritzen aquest grup de joves amb la síndrome de Peter Pan que, dia rere dia, fa més ingrata la vida als veïns del meu barri. 

25 de maig 2011

"DON NADIE" SOMOS TODOS

Foto: Imágenes Google

Se salvó el otro día pero no así hoy. Y es que, mucho más que llamara «idiota» al pueblo llano –luego, además, resultó falso–, lo que me molestó de Arturo Pérez-Reverte fue la expresión que utilizó para descalificar al cineasta Antonio González-Vigil a raíz de la querella que éste interpuso en su día contra él por considerar que le había plagiado un guión con el que hilvanó la trama de la película Gitano, estrenada hace ahora poco más de diez años. El escritor cartagenero de El club Dumas o La Reina del Sur se despachó a gusto diciendo que no tenía ninguna necesidad de copiar de un «don nadie». Algunos dirán que la copia en sí es muchísimo más grave que la ofensa. Para mí, no. Y es que mientras que esta descalificación sólo puede articularla quien mira por encima del hombro, el plagio es en cambio un acto de pleitesía ante una obra deslumbrante e inalcanzable a ojos del que recurre a él. De ahí que el plagiario confeso despierte mi admiración, como no hace mucho ocurrió con Alfredo Bryce Echenique –no así con Camilo José Cela o ahora con el propio Pérez-Reverte, pese a que los tribunales hayan dictaminado en su contra–.
Siempre que surge la locución «don nadie» froto la lámpara mágica del recuerdo y se me aparece la película de Frank Capra Juan Nadie. Reconozco lo ingenuo de la asociación de ideas, pero a ver quién se atreve a negar la complejidad del papel de Gary Cooper, un vagabundo que representa el prototipo del americano medio, tanto por su físico como por la pérdida de su sueño. Juan Nadie (John Doe en inglés) somos todos y cada uno de nosotros. Innumerables don nadie han tomado estos días algunas plazas de las principales ciudades españolas, esos mismos don nadie que tantas veces han cambiado el curso de la historia, como tan bien han atestiguado los hechos acaecidos en Túnez y Egipto meses atrás. Don nadie es el que lucha para salvar los logros democráticos basados en valores éticos, de justicia y libertad. Para distinguir entre opinión pública y opinión mediática, para no sucumbir al engaño propagandístico. «Los medios de comunicación están en manos de la gente pudiente», señala Hessel. Y José Luis Sampedro añade: «¿Quién es la gente pudiente? Los que se han apoderado de lo que es de todos. Y como es de todos, es nuestro derecho y nuestro deber recuperarlo al servicio de nuestra libertad». Todo esto y mucho más comporta ser un don nadie, Arturo.

24 de maig 2011

JUGANT AMB LES PARAULES (III)

Foto: Imatges Google

Sóc conscient de l’aridesa dels dos anteriors posts sobre la relació lúdica que manté l’ésser humà amb les paraules. Sé que la majoria de vosaltres, lectors, en llegir-los, vau quedar força decebuts a causa de l’abstrusa teoria amb què vau topar. Ara bé, com que veig que sou bons encaixadors i aleshores no vaig rebre cap comentari per dir-me que el títol n’hauria d’haver estat un altre, com per exemple Patint amb les paraules, em permetré de posar-vos a prova una vegada més, tot i que ara prometo de debò que en el proper post com a mínim us faré somriure. Al cap i a la fi, com deia l’Alfred Hitchcock, no hi ha plaer superior que el de despertar-se d’un malson.
Així que torno a mortificar-vos i a apropiar-me del discurs del Màrius Serra. Si admetem que el nom fa la cosa, la cosa aquesta de l’enginy verbal que remuguen tothora els verbívors habitants de Verbàlia deu ser com una sardana, la cosa més bella de totes les coses que es fan i es desfan, perquè en realitat això de jugar amb les paraules té tants noms com una meuca i tants passaports com un estafador. Va així, això: els noms fan la cosa. I a aquesta cosa la batejarem com a ludolingüística.
El joc no ha fet gaire fortuna entre els pensadors. Comparat amb d’altres àmbits del coneixement humà, la bibliografia és discreta, més enllà dels inventaris. I és que, com diu Callois, «un home que passa fam no juga». Per tant, el joc acaba sent una activitat estèril que serveix per «matar» el temps i la vida ens obliga a tornar al territori solemnial de la seriositat. Sort que Huizinga, en canvi, el contradiu tot afirmant que el joc no es pot acotar en un territori separat i sosté que forma part intrínseca de totes les activitats humanes. El joc, traslladat al terreny específic de les paraules, i a pesar que el puguem inventariar tal com calgui –tal com ja veureu en propers posts–, és impossible acotar-lo en un mostrari tancat que no tingui en compte la seva influència constant en tots els aspectes de la llengua i de la literatura. De la vida. Ara bé, per més alt que sigui el potencial de l’ésser humà com a creador d’associacions verbals xocants, l’única opció que té de desenvolupar-lo és mantenir-lo dins d’un estat d’excepció permanent. En cas contrari, es corre el gran risc que tard o dhora el receptor se n’afarti. I és que, com diu el guru dels jocs verbals, el George Perec, «la història literària, preocupada únicament per les seves grans majúscules (l’Obra, l’Estil, la Inspiració, el Geni, la Creació, etc.), sembla ignorar deliberadament l’escriptura com a pràctica, com a treball, com a joc».   

19 de maig 2011

UN LIBRITO Y UNA DISCULPA

Foto: EFE

Viendo cómo la granizada popular de los últimos días amenazaba con cuajar, no pude resistirme y a media semana me fui a por el famoso opúsculo cuya compra iba posponiendo por no encontrar un agujero para su lectura. Me estoy refiriendo a ¡Indignaos!, del berlinés parisino Stéphane Hessel, un nonagenario que combatió el nazismo desde la Resistencia y que, apresado por la Gestapo, escapó milagrosamente de la horca en Buchenwald al cambiar su identidad por la de otro preso muerto. Tras la guerra, convertido en diplomático, colaboró con las Naciones Unidas y, en 1948, fue uno de los redactores de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. El librito, que, francamente, era mucho más fácil de leer de lo que yo pensaba, se presenta como un alegato contra la indiferencia y a favor de la insurrección pacífica. Al margen de compartir sus buenas intenciones –cómo no hacerlo–, lo que más me ha sorprendido es la confesión del autor respecto a las enormes dificultades para reconocer la identidad del enemigo. No es que nos estemos enfrentando a unos imaginarios molinos de viento, como don Quijote, y que nos quejemos de vicio. Ni mucho menos. Está claro que el daño que se nos inflige es real; de hecho, pocos son los que no lo sufren a diario en sus propias carnes. Pero, según explica el autor, el mundo es tan complejo que cuesta mucho dinstinguir quién manda y quién decide. Ya no se trata de una pequeña élite privilegiada y fácilmente identificable cuyas artimañas se adivinan a la legua. O sí. Quién sabe. De lo que no hay ninguna duda es de que vivimos en una interconectividad como no ha existido jamás. Y, por supuesto, de que la peor actitud es la de la indiferencia. No en vano uno de los componentes esenciales del hombre es la facultad de indignación y el compromiso que la sigue.
Todavía no he dicho que el telonero de Hessel en este libro es otro nonagenario: José Luis Sampedro. Él es quien se encarga de recordarnos que de la indignación nació la Resistencia contra el nazismo y de que de ella precisamente tiene que salir hoy la resistencia contra la dictadura de los mercados. «Debemos resistirnos a que la carrera por el dinero domine nuestras vidas», sentencia.
Tampoco he dicho que un bulo en la red le ha quitado la chicha a este post. Se trataba de un texto cuya autoría fue atribuida a Arturo Pérez-Reverte y se titulaba Españoles, ¿Sois idiotas?. Me llegó el mes pasado por partida triple o cuádruple vía email y consiguió encender mis ánimos hasta el punto de querer ridiculizar la mala leche que destilaba contraponiéndolo a los consejos ponderados, conformes al sosiego propio de su edad, de los citados Hessel y Sampedro. Pero todo se ha ido al traste cuando he sabido que el texto en cuestión no era más que una carta al director que publicó hace más de un año el Diario de Navarra y que firmaba un don nadie llamado Jesús Sanz Astigarraga. Así que por esta vez te has salvado, Pérez-Reverte. Me disculpo. Pero sólo por esta vez.

18 de maig 2011

LA CAPSA DE GALETES

Foto: Imatges Google
Dissabte i diumenge passats em va tocar guàrdia a l’oficina. Amb mi hi havia el company contractat per fer els clippings o reculls de premsa durant el cap de setmana. S’hi està les quatre o cinc hores que li ocupa la seva feina i després marxa. Com que no diu ni piu i jo tampoc no és que parli pels descosits, quan hem coincidit ens hem limitat a intercanviar les quatre paraules de cortesia preceptives. Tanmateix, aquest passat dissabte vaig intentar un apropament. Aprofitant que havia sobrat gairebé sencera una capsa d’aquells desitjables assortits de galetes dels germans Trias de la darrera reunió amb clients i que una de les sèniors va insistir perquè me l’acabés, a l’hora de l’esmorzar vaig invitar-lo a compartir-la amb mi. Val a dir que li va canviar la cara i que va començar a menjar-se-les a dos queixos. De sobte, va exclamar:
     – Òndia, si hi ha un altre pis!
Vaig interpretar aquelles paraules com una petició per continuar satisfent la seva voracitat insadollable.
  – No et tallis ni un pèl i obre’l –li vaig dir a fi d'afermar el meu propòsit d’anar-me’l guanyant a poc a poc.
El diumenge no em vaig recordar de la capsa de galetes i vaig portar-hi un petit entrepà per esmorzar, de manera que el meu company va reprendre el festí en solitari. Quan va marxar, va encertar a dir-me:
– T’he deixat unes quantes galetes.
A la tarda, per matar l’aranya, vaig anar a per una galeta. «Serà desgraciat! No me n’ha deixat cap de xocolata! Només en queden les típiques de mullar a la llet».
Immediatament, em va venir al cap la reflexió següent: «Aquest company deu tenir uns dotze o tretze anys menys que jo; per tant, pertany a la primera generació que ha crescut en plena democràcia i en el boom de la bombolla immobiliària. Desconec si és de classe social alta o baixa, però tant se val. No tinc cap dubte que li ho han donat tot mastegat. Segur que ha tingut accés a un ampli ventall d’estímuls culturals i que els ha sabut aprofitar. A més, deu ser un crack amb les noves tecnologies. En definitiva, l’han criat per convertir-lo en un triomfador. Per contra, han descuidat la seva educació emocional. Té seriosos problemes per relacionar-se i és un egoista consumat. Està tan pagat de si mateix que, havent-los superat, odia els seus pares perquè li fan nosa. No només a ells, sinó a tots aquells que no han assolit la seva talla intel·lectual. Ha esdevingut un petit monstre». Bé, potser exagero, però tinc el convenciment que no vaig errat. Faré el que pugui perquè els meus fills no em surtin igual. I tot per una capsa de galetes!


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Avui aquest bloc ha superat la increïble xifra de deu mil visites. No tinc paraules per expressar el meu agraïment als lectors que, dia rere dia, m'esperonen amb el seu suport incondicional

17 de maig 2011

UNA PATERA PARA DIRIGENTES DESHONESTOS

Es mucha la información que se agolpa en mi cabeza y muy poco el espacio que tengo para decir lo que pienso sobre el caso Dominique Strauss-Kahn, pero no quiero alargarlo más. Así que haré lo posible por ir al grano.
Todo parte de una foto de la niña aterida de frío que llegó el pasado fin de semana en patera a la costa granadina de Motril. La miré a los ojos en la edición digital de El País y no me la puedo quitar de la cabeza. Mientras ella se jugaba el pellejo en el mar junto a otros sesenta y cinco inmigrantes subsaharianos, el actual director del Fondo Monetario Internacional –espero que por poco tiempo– se lanzaba como un toro encelado sobre una camarera con raíces africanas en su suite de 3.000€ de un lujoso hotel de Nueva York. Dignidad y desdoro en una misma moneda: la de la globalización. Una globalización que, como dijo en su día Joseph Stiglitz, crea malestar no por sí misma sino por cómo ha sido gestionada desde las instituciones económicas internacionales, con el FMI y el Banco Mundial a la cabeza, que son las que han contribuido a establecer las reglas del juego. El reto, pues, consiste en cambiar las mentalidades de los dirigentes para que sus políticas fomenten un crecimiento sostenible, igualitario y democrático. Por supuesto, los países en vías de desarrollo han de asumir la responsabilidad de su propio bienestar y ajustar sus presupuestos para poder vivir con sus propios recursos, por muy escasos que sean, así como eliminar las barreras proteccionistas que sólo dan beneficios a unos pocos y que obligan a los consumidores a pagar un precio muy alto. ¿Pero cómo hacerlo con dirigentes de la catadura moral del presunto violador Strauss-Khan, de Rodrigo Rato –el otrora injustamente aclamado rey del tocho que, en España, nos ha conducido a donde estamos– o de aquel inefable Paul Wolfowitz de los calcetines agujereados? El mundo al revés. Son ellos los que deberían dirigirse en patera a purgar sus pecados a un destino bien apartado de la mano de Dios –por qué no a la isla del paralelo 37 donde Julio Verne desterró al pirata Ben Joyce–. Mientras tanto, lejos de coger el toro por los cuernos, los medios de comunicación europeos se obstinan en resaltar únicamente el trágico futuro político que le espera a Strauss-Khan de confirmarse su delito. Y de la ultrajada camarera negra, qué. No quiero ni imaginar en qué habría quedado todo si en vez de en Estados Unidos los hechos hubieran ocurrido en la civilizada Europa. 

16 de maig 2011

EL MEU VEÍ ANTROPÒLEG

Foto: Marta Pérez

Carrer Valldonzella. Mitjanit d’un dissabte del 1997. Acabo d’arribar del cine i, a l’altura del meu pis, veig llum al de l’edifici del davant. Emparat en la foscor, m’acosto a la finestra per observar sense ser observat. Sé que hi viu un noi més o menys de la meva edat, amb un lleu sobrepès, tal com he pogut comprovar alguna tarda del recent estiu passat en què, casualment, hem coincidit sense samarreta en el moment de sortir al balcó a prendre la fresca. Paro atenció en les quatre màscares africanes que sobresurten de les parets blanques i que constitueixen l’única decoració d’un menjador minimalista. A jutjar per l’hostilitat de les seves expressions, sembla que m’hagin descobert i, just ara que reparo també en el seu propietari, tinc la sensació que condemnen l’espionatge amb una mirada furibunda. Però, així que contemplo els maldestres moviments del meu veí per mantenir l’equilibri i no caure mentre es treu els pantalons, m’oblido de seguida de les màscares. Ara no puc evitar riure, encuriosit, amb el seu xou, igual que la noia negra com el sutge que, en calces i sostenidors de blonda blanca, l’acompanya amb una copa de cava a la mà. Malauradament, l’espectacle acaba abans del que em pensava, tan bon punt la parella decideix desaparèixer per la porta d’una de les habitacions.
No gaire temps més endavant, la meva mare em porta la revista Qué leer del mes. M’hi endinso amb entusiasme. De sobte,... no pot ser! És ell! El de la foto és... el meu veí del davant!!! No hi ha dubte. Es diu Gustau Nerín i, tal com imaginava, té la mateixa edat que jo. És antropòleg i, ai las!, acaba de publicar Guinea Equatorial, història en blanc i negre. «A més, com a investigador de camp, s’ha de reconèixer que malda per no deixar cap racó per explorar», afegeixo.
D’aleshores ençà, i a pesar que fins i tot des d'abans que acabés el segle ja no l’he tornat a veure, m’ha agradat d’anar seguint la seva creixent trajectòria, amb títols tan suggeridors com L’antropòleg a l’olla o Un guàrdia civil a la selva. Precisament ara, acaba de publicar Blanc bo busca negre pobre, una crítica demolidora a la solidaritat de les ONG a l’Àfrica, el continent sobre el qual basa tots els seus estudis. Per acabar avui, un parell de píndoles de l’autor: «Són cinquanta anys de cooperació amb els estats africans. Es van variant models, moltes vegades en funció de les modes d’occident, i no de les necessitats dels africans. En el fons, tots parteixen de la mateixa base: nosaltres sabem el que necessiten. I l’únic que els cal als africans és aprendre quatre cosetes i, sense variar els elements estructurals, arribarà el desenvolupament. És mentida. Hi ha gent que es beneficia de la pobresa i no hi pot haver una millora substancial del continent africà si no hi ha una pèrdua de privilegis d’aquests que se’n beneficien». «Els governs europeus treuen rèdits econòmics de la cooperació, ja que bona part són crèdits que faciliten la penetració de les empreses europees a determinats països africans. A part del bon rendiment que dóna en termes d’imatge. La cooperació oficial està funcionant sobre la base d’uns interessos». 

15 de maig 2011

OCHO MILLONES DE MANERAS DE MORIR

Foto: Imágenes Google

Como título de novela negra, hay que reconocer que el neoyorquino Lawrence Block estuvo francamente inspirado. Aunque luego las andanzas de Matt Scuder no cumplieran ni mucho menos con las expectativas. En cuanto a la secuela cinematográfica, dirigida por Hal Ashby en 1986 y protagonizada entre otros por Jeff Bridges, Rosanna Arquette y Andy García, también pasó sin pena ni gloria. Quitemos, pues, toda la grasa, y quedémonos con lo verdaderamente sustancioso: el título. Ocho millones de maneras de morir...
Regresábamos el pasado lunes de dejar a los niños en el colegio cuando mi vecino Emilio exclamó preguntándome (o me preguntó exclamando):
– ¡Así que hoy has tenido un deslizante!
–  Perdona, Emilio, pero no sé a qué te refieres.
– ¿No te acuerdas que en La Vanguardia a los festivos fuera del fin de semana se les llama así?
«Pues no», pensé. Tan sólo conocía el término chupetín para referirse al día festivo a secas, y el de pesebre para las inauguraciones o presentaciones que no debe perderse todo periodista que desee ver gratificado su acto de servicio con una comilona o similar.
– Por cierto que, ahora que lo digo, para deslizante bueno, o, mejor dicho, pesebre, el de una compañera. Se va quince días a Tahití con todos los gastos pagados. Y, claro está, me ha hecho recordar mi gran proyecto vital unos años antes de tener al crío. ¿Te he contado alguna vez que llegué a decidir que mi existencia culminaría en aquella isla del Pacífico? Para ello vendería todas mis pertenencias y con lo que sacara acabaría mis días emulando a Gauguin. Con una salvedad: en vez de copiar del natural, lo haría a partir de sus cuadros. Cuando los hubiera tenido todos pintados, ya podría morirme.
La confesión de Emilio no me dejó ni mucho menos indiferente. Como ya sabéis, me paso el día leyendo semblanzas biográficas de personas que acaban de morir. Eso y que, aunque como quien no quiere la cosa, a medida que uno va haciéndose mayor le da por pensar más de la cuenta en que se va acercando inexorablemente al precipicio, me ha llevado a intentar esbozar un proyecto para mis últimos días. Reconozco, sin embargo, que aún no he conseguido concretar nada. De momento, floto en un magma abstracto y cargado de lirismo. Tan sólo me ha venido a la memoria aquel pensamiento del sabio Alejandro Jodorowsky: «La finalidad de mi vida es disolverme en el océano como una gota feliz». Así que me pongo estupendísimo y me digo: «la de la mía es convertirme en la huella del jaguar en el húmedo sotobosque amazónico».

14 de maig 2011

CULTURA ÍNTIMA

Foto: Imatges Google

Aquest matí, a la feina, fresc com una rosa després d’haver dormit set hores seguides, m’he adonat que els meus dos altres companys editors, la Mónica i el Carles, feien un alto durant uns minuts per parlar entre si –a vegades, sortir una mica de l’ensopiment en què un acaba caient després d’una bona estona cara a cara amb la pantalla de l’ordinador és absolutament recomanable si es pretén conservar la salut mental–. En un despatx on, excepte a la sala de reunions, no hi ha un bri d’intimitat, tots escoltàvem la seva conversa. Val a dir que la Mónica i el Carles tampoc no feien res per amagar-se de les oïdes indiscretes.
– L’altre dia vaig ficar la pota fins al fons –confessava la Mónica–. En comptes de dir La casa de las dagas voladoras, vaig dir El ejército de las casas voladoras.
– Que tothom sap que es troben a Conca –es va apressar a afegir l’Àlex, el company més enginyós de l’oficina, qui també havia estat escoltant tota la conversa–.
El Carles, la Mónica i jo vam esclafir a riure no així la Judit, la becària per l’estirabot. Acte seguit, vaig posar-me a analitzar la raó per la qual havia rigut i vaig arribar a la conclusió que, més enllà de ser una conseqüència directa de la intel·ligent ocurrència de l’Àlex, responia sobretot a l’íntim orgull d’haver posseït els coneixements culturals necessaris per entendre la broma. D’entrada, havia estat capaç de deduir la pel·lícula del director xinès Zhang Yimou a la qual feia referència la Mónica, i, a continuació, havia entès el joc de canviar las casas voladoras per las casas colgantes amb què ens va delectar l’Àlex.
De seguida es va produir una regressió al passat i em vaig veure conduint per una carretera secundària, ben lluny de casa, mentre escoltava el programa de ràdio del Jordi Llavina Fum d’estampa (formava part de la graella de Catalunya Cultura, anava de llibres i s’emetia de dilluns a divendres entre les vuit i les deu del vespre. D’ençà que la cadena va desaparèixer per donar pas al bunyol de l’iCat FM, deixà de radiar-se). Recordo que un col·laborador d'aquell inoblidable programa, de tant en tant, feia una imitació del crític Harold Bloom borratxo sembla que quan va venir a Barcelona, l'autor de El cànon occidental s’havia guanyat a pols la fama de ser una esponja amb el conyac–. Al Llavina i a mi ens queien les llàgrimes de l’atac de riure. Però, igual que avui, jo tenia molt clar que aquell instant de goig no es devia tant a la magnífica paròdia radiofònica com a la satisfacció de saber-me part d'una culta minoria de gent capaç d'entendre-la.