10 de des. 2013

BARCELONA YA PUEDE JUGAR AL 'ROOMIN'

¡Atención a todos los gamers en idilio permanente con su consola, a los pirados del rol, a los fanáticos de la novela de intriga, a los coachings devotos de las dinámicas de grupo… y, en general, a todo aquel que quiera evadirse durante un rato de los sinsabores de la vida cotidiana! Acaba de desembarcar en Barcelona una de las propuestas de entretenimiento más inusualmente frescas de los últimos tiempos: el Roomin. ¿Que de qué estoy hablando? De un juego. Pero no de un juego con protagonista virtual al uso ni sobre tablero, sino de carne y hueso y en un escenario a tamaño real. ¡Tranquis! Que no cunda el pánico ni aflore el escepticismo. Aquí no hace falta llevar la fantasía al extremo y asumir el papel de game master o guardián de los arcanos, ni el de elfo, mago o dragón. Como tampoco hay que protegerse con máscaras especiales y chalecos antibalas de pintura, ni usar aparatosas pistolas marcadoras. Nada de eso. Todo es mucho más sencillo. El jugador vive la aventura a pelo, sin dispositivos electrónicos o mecánicos ni encomendando su suerte a una carta. Y, por supuesto, puedes seguir siendo fulanito de tal o menganito de cual. Eso sí, si quieres que tu participación sea exitosa deberás aguzar los sentidos y estrujarte la mollera algo más de lo habitual. Incluso tienes la opción de mimetizarte con el entorno si eres de los que se entusiasman con facilidad y es ese tu deseo. La cosa promete, ¿verdad?
No he dicho todavía que hablo con conocimiento de causa. Yo ya he tenido la suerte de jugar al Roomin y la experiencia ha sido tan grata que me ha impulsado a escribir este post. Por eso, para no caer en el spoiler y ser acusado de chafaros la recomendación, me vais a permitir que me guarde los detalles. Os diré, sin embargo, que se trata de un juego de escape en vivo, en el cual resulta imprescindible afinar la intuición, el ingenio y la destreza, y que discurre por un camino paralelo al de películas como Saw o Cube. Hasta me atrevo a conjeturar que el origen etimológico del nombre, Roomin, nace de una mezcla entre “espacio interior” o “habitación cerrada” (room in) y “rumiar” o “cavilar”. Por cierto, que nadie se acoquine pensando que se verá inmerso en un recinto claustrofóbico ni en una de esas eternas partidas que invitan al bostezo. Ni mucho menos. Uno se mueve por el escenario de la acción a sus anchas y actúa sin prisas pero sin pausas. No en vano en este juego el tiempo de resolución es una premisa fundamental. De hecho, quien no la cumpla acabará saliendo con el rabo entre las piernas. ¡Ah, se me olvidaba! Como todo juego que se precie, el Roomin es de los que se comparte. Ahí reside su principal virtud. Por lo tanto, deberás enredar a un par o tres de amiguetes para que formen equipo contigo.
Confiando en haber cumplido con mi pretensión de poneros la miel en los labios, ya sólo me queda daros la dirección. Ahí va: http://www.roomin.es ¡Que lo disfrutéis!   

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