9 de febr. 2011

NEGRAYCRIMINAL (II)



Foto: R. Berrocal



A Paco Camarasa, nuestro librero de cabecera –ya sabéis, el de NegrayCriminal, la librería que hay que salvar a toda costa–, se le veía ayer contento en el club de lectura del segundo martes de mes. No sólo le había sentado divinamente su condición de comisario de la BCNegra, sino que, al parecer, las ventas habían ido de perlas el sábado anterior durante la clausura de la misma, que, como es costumbre, se desarrolla dentro de un civilizado desorden en la calle de la Sal con la ineludible firma de libros a cargo de los autores invitados. 
La novela que nos había tocado leer, «Rojo express», del autor venezolano Marcos Tarre Briceño, tenía muy pocas posibilidades de éxito. Todos sabíamos que las de los tres meses anteriores, «La neblina del ayer», de Leonardo Padura, «Los mares del sur», de Manuel Vázquez Montalbán, y «A cada cual, lo suyo», de Leonardo Sciascia, acabarían convirtiéndose en una losa para la del autor no tan conocido que le tocara el turno a continuación. Así que, salvo alguna que otra excepción, la mayoría nos despachamos a gusto y la destripamos de cabo a rabo. «No ha superado el margen de confianza del tercio de páginas que suelo darle a todo libro», «novela que se puede leer con el piloto automático», «no me ha dado la gana de tragarme esta vaina» o «alocada cutrez antichavista», fueron algunas de las lindezas que se pudieron escuchar. Y es que, ciertamente, no pasa de ser una burda caricatura, tan inverosímil como desesperanzadora y simplista, de la Venezuela actual. De nada sirvió la curiosidad que siempre despiertan americanismos como marico, pajúo, vaina, marramuncia, malandro, mijo, arrecho, chirulí, tombo, muna, chamo, pana, etc., o expresiones como un par de pepas para ponerse a millón o no me mames gallo. Le dimos el pasaporte y que pase la siguiente.
Poco después, saciamos nuestro instinto sanguinario en el restaurante venezolano «La orquídea», situado en la calle Llull del Poblenou, y dimos cuenta de un menú de degustación en el que no faltaron los tequeños de queso, las cachapas, las arepitas de maíz, el pabellón con caraotas o el asado negro. Todo ello, por supuesto, regado con una suave cerveza Polar helada y la placentera conversación de siempre en torno a los libros.

Cap comentari:

Publica un comentari a l'entrada