15 de març 2011

UNA HISTORIA JAPONESA

Foto: Imágenes Google

La mujer no da crédito a lo que ve. Es su hijo. Está irreconocible. Ha perdido algo de peso, pero lo que más le llama la atención es su cabello. Jamás lo había llevado tan largo. Ni tan grasiento. Después de quince meses recluido, al fin se ha dignado a salir de su habitación. Apesta.
– ¿Y papá? –pregunta–.
– Está afuera. Cuidando del jardín. 
– Avísale, por favor, mamá.
El padre entra corriendo. Al verle, los ojos se le llenan de lágrimas. Se abraza a su hijo.
– ¡Quiero ir al monte Fuji, papá!
– Muy bien. La semana que viene vamos –contesta el padre, perplejo, tratando de ganar tiempo–.
– No, ha de ser ahora.
El padre aprueba levemente. Teme que, contrariándole, se vuelva a su habitación y ese inesperado hálito de esperanza que acaba de surgir no pase del espejismo. Darle largas, además, no serviría de nada. Es un calco de su madre. Así que accede. Total, desde Sendai hasta la costa occidental son 150 kilómetros. Poco más de una hora de coche. Puede incluso que, después de tanto tiempo encerrado, a su hijo hasta le vaya a venir bien ver la luz del sol. Pese a lo desapacible del día.
– De acuerdo. Déjame que se lo diga a tu madre para que nos ponga algo de comida.
– No, no perdamos tiempo. Además, quiero que ella también venga con nosotros.
En el habitáculo del vehículo nadie habla. Pero no se respira un silencio tenso, sino más bien liberador. Para la pareja el hijo ha vuelto a la vida. En la media hora de trayecto transcurrido, el padre no ha dejado de lanzarle miradas a través del espejo retrovisor interior para cerciorarse de que no está soñando. De repente, bajo el coche, notan un latigazo en la carretera. Es un temblor de tierra. Se prolonga durante un par de minutos y obliga al padre a sujetar con fuerza el volante.
 Por primera vez en mucho tiempo, el joven tiene algo de que enorgullecerse. Su pronóstico se ha cumplido a rajatabla. En todos estos meses de encierro ha combatido la soledad mirando el mar. Desde su pantalla de ordenador. Permanentemente conectado a la web del Centro de Alertas de Tsunamis del Pacífico y a la de la Agencia Meteorológica de Japón (JMA). A juzgar por los conocimientos que ha ido adquiriendo, el daño será grande. Y es que la actividad marina de los últimos días en los alrededores de la isla Honshu no era normal. Ya sólo queda ingeniárselas para dejar a salvo a su madre en casa de su tía en Niigata y, en cuanto su padre conozca el verdadero alcance de lo ocurrido, volver juntos a Sendai para ayudar. Ahora que empieza a tomar conciencia de que su familia le debe la vida, se siente como nunca.

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