23 d’oct. 2011

LOS PERROS DE CHILE

Foto: Imágenes Google

Una buena manera de constatar la llegada del frío y de las lluvias al amparo de un despacho es observando cómo los compañeros incrementan el número de visitas al excusado ante el hostigamiento de súbitos e irreprimibles deseos de orinar. Reconozco que visto desde fuera este fenómeno podría llegar a resultar hasta cómico, sobre todo cuando la vejiga de uno no está libre de pecado y también es parte implicada. Por más que he mirado en internet no he encontrado una explicación del todo fiable para esta peculiar flojera de la uretra. El caso es que cuando, año tras año, irrumpe el mal tiempo con la descortesía del que se presenta de un día para otro, además de la meera, a mí me da por pensar en la dictadura chilena de Pinochet y en esas imágenes en blanco y negro de las tanquetas del ejército a manguerazo limpio contra los jóvenes manifestantes insurrectos en pleno invierno. ¡Qué frío, Dios!
Curiosamente, durante el pasado otoño –coincidiendo con nuestra primavera– esas imágenes ya casi intemporales adquirieron color. La movilización estudiantil que tuvo lugar en Chile para protestar por la supremacía de la educación privada sobre la pública como vieja herencia de los tiempos del dictador obligó a los cuerpos de seguridad del Estado a sacar a la calle sus renovadas tanquetas blindadas para mostrar los avances en materia de riego a presión. Se conoce que los estudiantes debieron de tomarle gusto a la cosa porque no dejaron de manifestarse hasta que el presidente Sebastián Piñera no se plegó a sus exigencias. Aunque yo creo que su rendición fue consecuencia directa de lo poco que le sirvió a él la educación privada que recibió en su día –no hace mucho llegó a afirmar que la isla Robinson Crusoe, situada en el archipiélago Juan Fernández, toma el nombre de un señor que vivió allí durante unos cuantos años–. Entre resignado y esperanzado, debió de decirse que quizá valía la pena intentarlo con la pública (toma nota, Esperanza Aguirre).
Pero, volviendo a las cargas policiales, esta vez no me llamaron tanto la atención los manguerazos cuanto la cantidad de perros que yo creía al servicio de la autoridad competente a fin de sofocar las protestas. Sin embargo, me equivocaba de todas todas. Esos leales compañeros caninos que por alguna suerte de adiestramiento mantenían el tipo ante el agua a presión no eran sino perros callejeros. Y es que Chile pasa por ser uno de los países del mundo con un mayor índice de cánidos abandonados a su suerte e intocables. Más o menos como las vacas sagradas en la India. Vivir para ver.

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