13 d’oct. 2011

¿UNA REALIDAD PARALELA? (II)

Foto: Imágenes Google
(... Viene de hace dos días)
El segundo caso se produjo el 27 de septiembre de 1989, en plena perestroika, en la ciudad soviética de Vorónezh. La rutina de sus habitantes cambió de repente cuando un ovni aterrizó en un parque de la zona de Levoberezhni, después de que una gran luz entre amarillenta y rosada apareciera en el cielo. Una vez cesó el brillo, una pequeña escotilla de la parte inferior del ovni arrojó a varios seres que sin disimulo miraron a los curiosos que se habían congregado delante de la nave. Las extrañas criaturas medían alrededor de tres metros, tenían tres ojos –uno de ellos, encima de los otros dos y con un movimiento continuo– e iban acompañados por lo que parecía ser un robot, de movimientos toscos y erráticos, que tras el chasquido de uno de ellos recogió muestras del suelo. Cinco minutos después, despegaron con la misma velocidad con la que habían aterrizado. La principal agencia de noticias del país, Tass, informó del suceso así como de las huellas extraterrestres y de los surcos dejados aparentemente por el tren de aterrizaje de la nave que había analizado un grupo de científicos. Ni que decir tiene que lo ocurrido alcanzó una repercusión mediática inusual. Hasta la actualidad no se han desmentido los hechos por parte de los supuestos testigos.
Aunque cronológicamente aconteció antes que el de Vorónezh, he querido reservar para el final el suceso que tuvo lugar durante la construcción de la base militar estadounidense de Dulce en 1979. Comparado con esta historia, la de Pandora en el Congo, del escritor Albert Sánchez Piñol, es hiperrealista. Para que se entienda mejor me voy a remontar a 1954 cuando, bajo la administración de Eisenhower, el gobierno federal burló la constitución de los EE.UU. y realizó un tratado con entidades alienígenas, el llamado Greada, en virtud del cual se les autorizaba a experimentar con animales y seres humanos. Según contó antes de morir el geólogo e ingeniero Philip Schneider, mientras participaba en una voladura de prueba, y tras localizar una caverna natural repleta de extraterrestres, se produjo un tiroteo. Disparó a dos de ellos y la réplica no se hizo esperar: de las treinta personas que formaban la expedición, tan sólo un par logró salvarse. Más tarde, encontraron rastros y señales de que aquellas entidades estaban viviendo allí abajo desde hacía muchos siglos, tal vez un millón de años. Schneider, que resultó herido en la refriega y perdió dos dedos de una mano, consiguió una de sus armas, una especie de caja adherida al cuerpo de los alienígenas. Pagó un precio muy alto: recibió una gran dosis de radiación de cobalto y a partir de entonces se vio aquejado de cáncer.
(Continuará... )

Cap comentari:

Publica un comentari a l'entrada