16 de nov. 2011

NEGRAYCRIMINAL (XI)

Foto: Imágenes Google
La primera vez que oí la palabra funa fue hace unos pocos años en un Documentos TV. Alude a la manifestación de denuncia y repudio público que se viene llevando a cabo en Chile –más vale tarde que nunca– cuando con cuentagotas se descubre a algún participante en las atroces violaciones de los derechos humanos que tuvieron lugar durante el régimen militar que impuso el dictador Augusto Pinochet tras derrocar a Salvador Allende. Pues bien, la funa es el motivo conductor de La oscura memoria de las armas, del escritor chileno Ramón Díaz Eterovic, el último libro que nos ha tocado en suerte en el club de lectura de la librería NegrayCriminal.
Muy a mi pesar, pues me había creado unas expectativas que no se llegaron a cumplir, tengo que empezar diciendo que, sin ser una mala novela, dista mucho de la brillantez. En ella no hay nada que entusiasme, ni los anodinos personajes, ni el lenguaje esculpido a base de mazo y cincel que se le supone a un autor sudamericano, ni el giro inesperado en la trama que uno espera ilusionado que vaya a producirse de un momento a otro. Por contra, sí reúne una serie de tópicos que, por repetición, ya empiezan a resultar cansinos: las citas manidas y las continuas referencias a los libros que lee el protagonista (muchos de ellos, novelas negras –una endogamia a todas luces innecesaria–), un detective que se mueve al borde del fracaso y con los bolsillos vacíos, su inestable relación amorosa, su incesante afán por la comida y, sobre todo, por la bebida... Por no hablar de la falta de ironía y de pasión del autor.
En el caso de tener que recomendarse esta obra, sería más por el interés que ofrece el contexto histórico real que por el de la historia de ficción. Creo no equivocarme si digo que lo que a mí me ha impactado de verdad es esa atmósfera opresiva sustentada en un pasado no lo suficientemente lejano para el olvido y con un sinfín de cicatrices abiertas. Da la sensación de que aquella forma de impune violencia cotidiana del régimen pinochetista se halla tan latente en la sociedad chilena como para que pueda volver a surgir en cualquier momento. Conmueve tanto la culpabilidad subyacente de quien sobrevivió delatando («el infierno es el lugar donde a uno le obligan a recordar eternamente») como la corrupción y el inmovilismo del poder judicial, incapaz de reaccionar hasta bien entrados los años noventa.
Para postres, en medio de ese doloroso ejercicio de memoria, en el que no pudimos dejar de evocar la novela leída hace unos meses Crimen en el Barrio del Once, del argentino Ernesto Mallo, así como las torturas perpetradas en Villa Grimaldi, a causa de la tormenta que caía en ese momento en Barcelona hubo un apagón en la librería que se prolongó casi media hora. Fue tan premonitorio como desasosegante. En el futuro recordaré sin duda esa jornada por el traicionero escalofrío que me asaltó de repente.   

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