10 de des. 2011

ESA INQUIETANTE DAMA QUE PIDE

Foto: Imágenes Google
Me acongoja (por no correr un poco más hacia la derecha la n y decir directamente que me acojona) la inquietante dama que estos días solicita de la comunidad mundial de internautas una aportación económica para mejorar la calidad de los servicios de la Wikipedia, esa enciclopedia libre y políglota (así es como se autodefine) creada en enero de 2001 por Jimmy Wales y Larry Singer que, no le restemos méritos, cuenta con el honor de ser la mayor y más popular obra de consulta en Internet. Es lo que tiene el gratis total.
A caballo de un travestido entrado en años y del David Carradine de Kill Bill, la susodicha dama no deja de actuar igual que esas otras de rancio abolengo que, hucha en mano, recaudan fondos para la Cruz Roja o los misioneros del Domund a cambio de una pegatina en la solapa. Siento tener que decirlo pero creo que con ella Wikipedia ha errado el tiro. Al menos, en mi caso. No sólo ha fracasado en su pretensión de hacerme aflojar la mosca sino que, con esa siniestra presencia, me ha forzado a dar un rodeo y a buscarme la vida en otros sitios web. Estos días he dejado de consultar la Wikipedia porque no la quiero ver ni en pintura. Ya lo he dicho más arriba: la tiparraca me acojona. Es más, sé que en adelante, si tengo que buscar información sobre los gasterópodos –no lo quiera el dios escolar de mis hijos–, me voy a ver condicionado por el recuerdo de ese rostro. Y es que, aunque aún no lo haya dicho, la turbadora dama –de quien también se nos hace público el nombre: Susan Hewitt– es una experta en moluscos y ha escrito la friolera de 569 artículos sobre este asunto en la Wikipedia. Al parecer, la afición le viene de lejos, pues ella misma declara que ya de niña le volvían loca las conchas y los caracoles.
Voy a aprovechar este post para decirle a Jimmy Wales –a Larry Singer, no, pues en todas partes cuecen habas y, por problemas de egos, hace ya un tiempo que se desvinculó del proyecto– que si la esencia de la fundación Wikimedia es ser una pequeña organización sin ánimo de lucro en un mundo disparatado y consumista, apechugue con esa cruz y deje de dar la lata pidiendo donaciones. Y, de paso, también le aconsejo que si quiere que los artículos de su enciclopedia lleguen a la suela de los zapatos de los de las obras de consulta convencionales retribuya a sus colaboradores como en su día hizo José Espasa con Ortega y Gasset y tantos otros. Verá entonces cómo los lectores, apreciando la calidad sobre la cantidad, hasta nos plantearemos soltarle pasta y todo. ¡Ah, por cierto, hágame también el favor de pagarle un buen peluquero a la tal Susan Hewitt!

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