![]() |
Foto: Imágenes Google |
Una de las historias periodísticas más novelescas de los últimos tiempos ha sido la de Jesús Neira, aquel profesor universitario que fue víctima de una paliza al tratar de defender a una mujer de su agresor, a resultas de la cual estuvo debatiéndose entre la vida y la muerte durante más de dos meses. Su valiente gesto –que tan caro estuvo de costarle– le valió la reverencia unánime de la sociedad y el encumbramiento por parte de los medios de comunicación a la categoría de héroe. Sin embargo, a medida que iban dándole cancha, el romance entre el intrépido Neira y esos mismos medios decayó. Pronto se percataron de que el plato que con tanto esmero habían cocinado para servírselo en bandeja de plata a la audiencia no sólo era amargo sino que tenía visos de tornarse venenoso. La altanería e inconveniencia de las opiniones vertidas por el héroe en sus comparecencias televisivas lo hacían ingrato a ojos del gran público. Cuando entraron en juego los políticos, agitando la pandereta de los réditos electorales, y la ladina Esperanza Aguirre creó expresamente para él el Consejo Asesor del Observatorio Reginal contra la Violencia de Género de la Comunidad de Madrid (¡uf!), un sentimiento de envidia y odio generalizado que, pese a todo, había permanecido larvado, se desató. Y consigo trajo ese vicio tan nuestro de mezclar churras con merinas para abonar el terreno al fariseísmo. A la primera pifia, Neira quedaría sentenciado. Pues bien, el pasado mes de septiembre sufrió un accidente automovilístico y en el consecuente control de alcoholemia que se le practicó dio positivo. No hubo piedad; siguiendo un patrón cortado de antemano, el héroe se convirtió de repente en villano, en un impuro Dorian Gray de siniestras facciones al que había que castigar ejemplarmente. Neira se precipitaba así de cabeza al vacío, a implacable remedo de aquella excéntrica telecomedia británica de los setenta, Caída y auge de Reginald Perrin. Al cabo de unas semanas, como por obra y gracia del arrebato de un mal guionista, su agresor, Antonio Puerta, apareció en la bañera sin vida por una sobredosis de drogas y, tan sólo dos días después, el propio Neira a punto estuvo de morir al ser víctima de una embolia. Ahora, cuando el profesor convalece ya en su hogar, uno tiene el convencimiento de que, pese a haber salido de otra, para él no habrá ya redención posible. Y es que, una vez más, todos los caminos conducen al Congo. Al horror del coronel Kurtz. Al horror de la condición humana.
Personatge gruller i maleducat.
ResponEliminaQue en un moment donat exercís una actitut de defensa cívica davant d'una ciutadana que estava sent agredida, no l'exculpa de ser un ciutadà poc exemplar.