Foto: Imágenes Google |
La única vez que recibí castigo corporal en el colegio fue a los siete años. El director me arreó un bofetón porque me oyó decir «mierda» en la fila de camino al patio. Recuerdo que lo que más me dolió no fue el golpe seco en la cara, ni siquiera el orgullo, sino la irritación que en ese preciso instante aprecié en su límpida mirada azul, como si mi reniego hubiera sido en realidad un insulto dirigido a su persona. Desde entonces, la ira de esa mirada me ha venido siempre persiguiendo, hasta el punto de llegar a condicionar mi relación con las personas que tienen los ojos claros, en quienes siempre he prejuzgado una doblez a todas luces infundada. Por eso, y porque mi director era una mezcla de ambos, en el cine me han entusiasmado tanto los actores Ray Liotta y Ricardo Darín cuando han hecho papeles de bueno. Qué gustazo ver rotos mis esquemas y que, ante mi sorpresa, se abriera una rendija a la esperanza. Pues que hicieran de canallas era lo que entraba dentro del guión y ya no tenía mérito.
Es lo mismo que sucede con el individuo de la foto de hoy. Su maldad, concentrada en una espeluznante mirada azul, a mí al menos no me ofrece ningún tipo de dudas. Es previsible a la legua. Supongo que ya lo habréis reconocido, pero, por si no, os refresco la memoria. Se trata de Josef Fritzl, más conocido por “el monstruo de Amstetten”, un ex electricista septuagenario austríaco que durante 24 años mantuvo encerrada en un sótano debajo de su casa a su hija Elisabeth y a tres de los siete hijos que, durante el cautiverio, tuvo con ella después de haberla violado sistemáticamente. Sin entrar en detalles escabrosos, de los que esta historia rebosa, sólo acierto a imaginar el horror de los rehenes cada vez que en el zulo aparecía su captor y su parálisis por que la furia de sus ojos azules no se viera descargada sobre ellos.
Hola.
ResponEliminaEn la película "En la linea de fuego", Clint Estwood interpreta a un guardaespaldas que, en un momento del film, asegura a uno de sus compañeros que podría identificar al instante al perturbado que pretende asesinar al presidente de los Estados Unidos, solo con mirarle a los ojos.
Defender un sistema tan arriesgado de detección del mal puede ser muy mal interpretado por la gente a la que se lo contemos. Pero lo cierto es que un mecanismo perverso es el que nos hace aprender.
Es largo explicarlo aquí, pero sin la sospecha no hay aprendizaje.
Mirar a los ojos de alguien no es un sistema infalible de deteccion de intenciones, pero casi.
Luego esta el lenguaje corporal, pequeñas cosas todas, que nos hablan de mundos enteros.
Los escritores deben malpensar. Es casi su trabajo.
Un policía, necesariamente debe malpensar. Es exactamente su trabajo.
Un funcionario de correos no necesita siquiera mirarte a los ojos. Ni la santidad ni el crimen le afectan. Por lo menos mientras curra. (esto es una broma, no se me enfade nadie)
Por cierto, yo ya me equivocado varias veces mirando a unos ojos.
BYE