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Pere dejó muy claro que mientras sus hijos vivieran bajo su techo no entraría nunca una maquinita en su casa. «Para bien o para mal, creo que mi dilatada experiencia en la materia me permite ahora juzgar con más criterio que otros. Por supuesto, no es que ingenuamente piense que sin maquinita mis hijos dejarán de querer jugar. Claro que lo harán, pero será en casa de los amigos. El auténtico placer reside en una correcta dosificación del juego. De saber que sólo dispones de una moneda y que en tus manos está que dure más o menos la partida. Lo verdaderamente preocupante es eso de que puedas jugar cuantas veces quieras, o, como en mi caso, disponer de más monedas de las convenientes. Por no hablar de que así te cargas la esencia del juego y toda su gracia. ¿Cuál sería para mí entonces el término medio? El empacho de una tarde y guardar la maquinita a buen recaudo hasta al cabo de un mes», argumentó.
Yo, por mi parte, seguía debatiéndome en un mar de contradicciones. Aun escorándome hacia la postura de Pere, el caso es que en casa ya ha entrado la Nintendo DS –la “no entiendo de esa”, si se me permite una gracia de dinosaurio– y, pese a mi recelo inicial, no he apreciado las tan temidas consecuencias. A decir verdad, mis hijos aplican al pie de la letra el modelo propuesto por Pere, y, tras el empacho de una tarde, no vuelven a utilizar la maquinita hasta al cabo de un tiempo.
Andaba yo en esos remilgos cuando el otro día, en el trabajo, escuché los siguientes fragmentos de conversación entre dos compañeros: «El ‘Bride’ tiene menos ritmo que ‘La vaquilla’ de Ramón García». «No me cansaré de sostener que el Dante de ‘Devil may cry’ es el protagonista mejor pixelado de la historia de los vieojuegos». «Encuentro lógico que, a diferencia del ‘Tomb Raider’, que transcurre en el siglo XX, en el de zombies la munición sea infinita». «Pero cómo una persona que cree en los elfos puede buscar una coherencia en el ‘Assassin’s creed’». «Detesto el ‘Project zero’, ese inmundo juego en el que a su protagonista de doce años le han salido antes las tetas que los dientes». «Todo videojuego que se precie ha de tener una sala de entrenamientos como Dios manda». «Al que le atribuyo más profundidad psicológica es al ‘Silent hill’». «Ése, para jugar a dobles, es ideal. Yo lo que quiero es llegar a casa y desquitarme del día cepillándome a unos cuantos alienígenas».
Lo primero que me vino a la cabeza fue la frase de Paul Éluard: «Hay otros mundos, pero están en éste». Lo segundo, que el friki era yo. Lo tercero, que a mis compañeros, a quienes tengo en alta consideración, no parece haberles afectado en absoluto su querencia por los videojuegos. Y lo cuarto, que en adelante, tras declararme un incondicional de sus pintorescos análisis, me miraré los juegos electrónicos con otros ojos.
Jo a vegades també tinc la mateixa sensació que tu amb els teus companys de feina: que la friki sóc jo
ResponEliminaEl tema del teu post és recurrent a tots els que tenim fills, entra la maquineta a casa nostra o li barrem el pas?