27 d’abr. 2011

METEDURA DE PATA

Foto: Imágenes Google

He soñado alguna que otra vez con el Rey y la Reina. A ella le llegué a vender una enciclopedia en catalán para sus nietos barceloneses mientras que, más adelante, él me estrechó la mano cuando me dieron el Premio Cervantes –debo reconocer que este segundo sueño me gustó menos que el anterior, sobre todo cuando se me apareció un don Juan Carlos en una espléndida madurez agasajando a un anciano en el que no me reconocía–. Y aquí me detengo, porque, al fin y al cabo, ¿a quién le interesan los sueños de los demás? Yo de lo que quería hablar hoy es de lo que me sucedió justo ayer con otro rey, el Rey Midas de la televisión, o sea, Toni Soler.
Por una hora de más trabajada sin saberlo la semana anterior, me dejaron salir antes del despacho. Así que cuando llegué a casa no había nadie. Como me hallaba algo desubicado, aproveché la ocasión para llenar la nevera y me fui al Carrefour. Al regresar y empezar a descargar el carrito de la compra, sonó el interfono. «Vinc a buscar els nens», oí que alguien decía. Abrí pensando que se habían equivocado y que en realidad iban al piso de arriba. Cuando, un minuto después, llamaron a la puerta, seguí pensando lo mismo. Pero, al encontrarme frente a frente con Toni Soler, salí de mi error. Nuestros respectivos hijos son compañeros de colegio, de curso y de clase, y, para postres, los martes coinciden en sus actividades extraescolares. Enseguida se aclaró el malentendido: mi mujer se había comprometido a ir a buscarlos a danza y baloncesto y había quedado con la de Toni Soler en que él pasaría por mi casa a recogerlos. Pero había habido dos fallos en el guión: mi inesperada presencia y el despiste de Toni en llegar media hora antes de lo previsto. Pese a que nos conocemos poco, lo hice pasar al salón y empezamos a hablar de agradables trivialidades y de un pasado que a punto estuvo de ser común. Él se me adelantó y se atrevió a pedirme algo de beber. Al parecer, venía sediento. Fui a ver qué había en la nevera y respiré tranquilo: aún quedaban tres Moritz y una Coca-Cola. «Què prefereixes, cervesa o coca-cola?», le dije desde la cocina. «Va, una cervesa!», contestó él. Al cabo de un cuarto de hora llegó mi mujer con los cuatro niños. Los Soler se fueron enseguida, no sin que antes Toni se despidiera de mí agradeciéndome encarecidamente la cerveza.
Un rato después, sonó la alarma. «On és la cervesa que he deixat oberta a la nevera al migdia? Quedava un cul i me’l vull beure ara! –me inquirió mi mujer–. A veure si no serà la que li has donat al Toni!». ¡Tierra, trágame! Si bien no había duda de que la había abierto con el abrebotellas, también era cierto que en todo momento tuve la sensación de que pesaba menos de lo habitual. Recuerdo incluso que al ver inmediatamente vacía la jarra de Toni me dije para mis adentros: «¡Jolín, este tío bebe como un camello!». 
No sé como lo veis vosotros, lectores, pero la de ayer es una de esas meteduras de pata que sin ser graves duelen en lo más íntimo del orgullo. Tanto fue así que, tras unos minutos de auténtico desconcierto, se me ocurrió llamar a Laura, la mujer de Toni Soler, con quien sí tengo confianza, para explicarle todo lo ocurrido y disculparme, pero no me cogió el teléfono. De ahí que, con la espina clavada, haya dormido fatal, haya escrito este post y esta misma tarde haya ido a comprar la cerveza de Ferran Adrià –que guardaré a cal y canto– por si alguna vez el bueno de Toni Soler me da opción de resarcirme como anfitrión.

1 comentari:

  1. Ai, quin tip de riure!
    Ara et llegeixo. I el Toni (que no me n'havia dit res) comenta: "ja deia jo que se'm va fer curta"
    Quins dos despistats reunits geyper!
    Com a mínim t'ha generat tema d'article ;)
    Gemma, què coi fas deixant-te un cul de birra
    a la nevera? Jo, quan vingui, la vull sencera!

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