29 d’abr. 2011

AGUA

Foto: Imágenes Google

Malas lenguas aseguran que, antes de que entrara a gobernar en Cataluña el tripartito de Pasqual Maragall, desde la Generalitat se insistió a los allegados convergentes para que compraran tierras limítrofes al Ródano. Al parecer, se daba por hecho el trasvase de agua francesa desde la cuenca de ese río y algunos empezaban ya a frotarse las manos. Por aquella misma época Alberto Vázquez Figueroa, uno de los autores que en su día me despertó el gusanillo de la lectura con títulos como Manaos, La iguana o Tuareg, presentaba en Aranjuez su revolucionaria planta desalinizadora por presión natural que, mediante ósmosis inversa, conseguiría, según sus palabras, «dar agua casi gratis».
Más adelante, en el invierno de los años 2007 y 2008, Cataluña sufriría una de las peores sequías de su historia. Mientras que el agnóstico Francesc Baltasar, a la sazón conseller de Medi Ambient, se encomendaba a la Moreneta para que lloviera, yo me obsesioné con el dato de que Barcelona ya sólo contaba para abastecerse con el equivalente en agua a un edificio de treinta pisos. Al demostrarse su incapacidad para gestionar los recursos hídricos y a causa de las controvertidas medidas que llevó a cabo, el gobierno tripartito tuvo que afrontar una crisis mayor que la que tiempo atrás se había originado a raíz del hundimiento de El Carmel. Cuando ya se mascaba la tragedia y se habían registrado varios capítulos de insolidaridad dentro del territorio catalán, la caprichosa naturaleza decidió echarnos un cable y empezó a llover como nunca. Aquel período marcó un punto de inflexión en la gestión del agua. Acabó de construirse la planta desalinizadora de El Prat de Llobregat y, sobre todo, se apostó por mejorar la calidad de nuestros acuíferos.
Justo una semana antes de las recientes elecciones autonómicas, el gobierno de Montilla aprobó el primer plan hidrológico catalán, que prevé una serie de actuaciones de aquí al 2015, con el objetivo de tener garantizado el suministro de agua para la población hasta el 2027. Sin embargo, tan pronto como han aterrizado en el gobierno Mas y sus chicos, ha vuelto a ponerse sobre la mesa el antiguo proyecto del Ródano. Ha quedado demostrado así que había demasiados intereses creados como para dejar pasar por alto la ocasión. Lo peor de todo es que, en caso de dar marcha atrás y de imponer el trasvase francés, se creará un precedente para que el futuro gobierno de Rajoy recoja el guante y sus huestes vuelvan a la carga con el Ebro. Loables propuestas como la de Vázquez Figueroa, que a ojos de los expertos nacionales resultaban inviables aquí pese a que se hayan llevado a buen puerto en otros lugares, quedarán en el olvido. Mientras tanto, los de siempre seguirán llenándose los bolsillos.  

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