14 de juny 2011

NEGRAYCRIMINAL (VI)

Foto: Imágenes Google

En medio de la multitud de turistas que se arracimaba a aquella hora de la mañana en el semáforo de la calle Dr. Aiguader, desde donde se tiene acceso directo a la Barceloneta, alguien me puso suavemente la mano en el hombro. Era Paco Camarasa, en cuyo rostro se adivinaba un disgusto de tres pares de narices. Al parecer, regresaba del restaurante argentino al que teníamos que ir a comer con la frustración de habérselo encontrado cerrado. Traté de quitarle hierro al asunto y en el camino que quedaba hasta NegrayCriminal consiguió olvidarse del chasco durante unos minutos mientras decía maravillas de una policíaca danesa que acababa de descubrir.
Precisamente, también iba a llevarse del club de lectura una nota muy destacada la novela del mes, Crimen en el Barrio del Once, del veterano escritor argentino Ernesto Mallo, cuyo subtítulo aclara que se trata del primer caso del comisario Lascano. Montse Clavé, la librera, tomó la palabra y la definió como un libro bombón, hecho para gustar, con una buena trama, ocurrentes frases y la extensión idónea. La secundamos todos y coincidimos en lo sustancioso de sus páginas y en la acertada variedad temática que despliega el autor –dictadura de Videla, represión, nazismo, trata de blancas y robo de niños–. Además, cuenta con la particularidad de que el crimen que ha de desencadenar la pesquisición del protagonista se hace de rogar, puesto que no se perpetra hasta consumidos tres cuartos de lectura del libro. Ello permite al lector conocer cómo se va fraguando el delito y las motivaciones de los asesinos. Y luego están esas frases brillantes y tan negras que a nadie deberían pasárseles por alto: «Todo lo que no es útero es intemperie»; «El cielo tiene playas donde evitar la vida»; «No amar por temor a sufrir es como no vivir por temor a morir»... Quiero destacar también el momento sobrecogedor que tuvo lugar cuando una compañera de origen argentino recién incorporada al club confesó el profundo dolor que le había causado el libro y cómo Mallo había traído a su inconsciente viejos fantasmas del pasado con su precisa radiografía del contexto histórico.
No, no hubo restaurante argentino. Pero puedo asegurar que no lo añoré, ya que en la terraza de la plaza de la Font, delante del mercado de la Barceloneta, donde comimos, el clemente sol primaveral y la estimulante conversación de los compañeros me hicieron olvidar cuán largo ha sido este año el invierno.

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