10 de jul. 2011

IMPUNIDAD

Foto: Imágenes Google

Estaba pensando en escribir algo sobre la sospechosa absolución del ex director general del FMI Dominique Strauss-Kahn cuando antes de ayer me levanté con el escándalo del senador canario del PSOE y presidente del Cabildo de La Gomera, Casimiro Curbelo, detenido junto a su hijo por los destrozos que ocasionaron en el mobiliario de una sauna madrileña y por la posterior agresión del vástago a un policía en las mismísimas dependencias de la comisaría de Tetuán. Bebidos como cubas, palo y astilla mostraron además una soberbia tal que, no contentos con la gravedad del desatino en el que habían incurrido, se despacharon a gusto haciendo gala de esa viperina lengua de quien se sabe intocable. «Os deseo que os muráis todos de cáncer», «sois unos borrachos hijos de puta. Estáis pagados por los putos fachas del PP», «tú eres un pringao y estás hablando con un senador, no me des la espalda», «yo me meo en las putas y encima no les pago», fueron algunas de sus lindezas.
Ha sido mi querido Nobel Mario Vargas Llosa el que me echara un capote para definir los evidentes paralelismos que pueden encontrarse entre el caso del francés y el de los canarios. No ha tenido más que remontarse a los señores feudales de la Edad Media europea para dar con el término preciso: derecho de pernada. Porque lo cierto es que estos atropellos sexuales de los fuertes y poderosos caballeros contra las mujeres pobres y desvalidas ni mucho menos son cosa del pasado. Lo recalca maravillosamente bien el escritor peruano: «La truculenta odisea que vive Dominique Strauss-Kahn parecería demostrar que incluso en la civilizada Francia hay señores que, desafiando los tiempos que vivimos, se empeñan en perpetuar aquella siniestra tradición».
Coincido con él en que aun siendo cierto que el sexo oral con que se gratificó Strauss-Kahn aquella mañana neoyorquina fuera consensuado, habría cometido un acto cobarde, prepotente y asqueroso con una pobre mujer infinitamente más débil y vulnerable que él. Por las buenas o por las malas, obró de manera innoble y vil. Todo indica que tanto Strauss-Kahn como Curbelo están acostumbrados a permitirse ciertos excesos en el convencimiento de que a alguien como a ellos esas debilidades les están permitidas, igual que el derecho de pernada a los señores feudales. Eso por no hablar del desmesurado homenaje de 700 dólares que, tal como recogen Elvira Lindo y Joan de Sagarra en sus columnas, se dio el francés con la pusilánime de su esposa en un restaurante neoyorquino tras quedar en libertad. Llegó a felicitar hasta al chef. De juzgado de guardia. 
Por cierto, Ramón Lobo, ¡qué triste tener un blog en el mejor diario de España para decir únicamente que te alegras de no haber participado en el linchamiento mediático de Dominique Strauss-Kahn y en sostener tu tesis de que la desmesura del poder, el boato y sus prebendas generan una distancia que favorece la pérdida de contacto con la realidad! Una tesis tan desabrida es impropia de alguien que ha sido testigo directo de las mayores tropelías cometidas contra la humanidad a lo largo y ancho del planeta. Como también es lamentable que encima tengas el valor de amonestar a los medios de comunicación por tensar la cuerda. Que lo haga Bernard Henry-Lévy, amigote de juerga del inculpado ahora absuelto, tiene un pase, pero lo tuyo es inadmisible y francamente decepcionante.

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