15 d’ag. 2011

PONGA UN PEDO EN SU VIDA

Foto: Imágenes Google

¡Pedo! Sí, he dicho pedo. Ahora que también la actualidad noticiable al fin parece haberse ido de vacaciones, qué mejor que un breve homenaje a esa composición de vientos que expira emitiendo ruido o, por el contrario, en silencio, y que los latinos llamaban crepitus ventis, los germanos, fartzen, y los anglosajones, fart. Dejémonos de hipocresías y reconozcamos sin ambages los buenos ratos que proporciona esta peculiar criatura en el transcurso de la vida.
Pese a sus indiscutibles propiedades salutíferas, a las risas y a la frecuente admiración que suscita cuando se deja oír, nos empeñamos en condenarlo al ostracismo. Y ya va siendo hora de que la sociedad se reconozca deudora de ese sonido armonioso e imprevisto que disipa el aletargamiento de los espíritus. No en vano ahí radica la esencia del pedo. Por eso puede afirmarse que por sí mismo contiene un encanto especial, a todas luces independiente de los lugares y las circunstancias.
No podré olvidar nunca aquel programa televisivo de finales de los ochenta, La Tarde, que presentaba el periodista Manuel Hidalgo y que yo veía los viernes al regresar de la universidad. Ese día de la semana contaba entre sus tertulianos con el crítico literario Andrés Amorós y los escritores Luis Antonio de Villena, Lourdes Ortiz, Fernando Quiñones y Álvaro Pombo. Se me antoja que eran buenos amigos fuera del plató, puesto que deleitaban a lo espectadores debatiendo con erudición y finura sobre los más variados asuntos. Una tarde memorable no sé qué misteriosa tecla debió de accionar el inefable Pombo, pero el caso es que sin comerlo ni beberlo relacionó la materia que se venía tratando con el entrañable protagonista de este post. Fue un inciso hechizante, de los que se dan con cuentagotas en la pequeña pantalla y que alcanzó su punto culminante cuando el escritor santanderino defendió a capa y espada el arte del buen peer. No tuvo ningún reparo en confesar cuánto disfrutaba con el olor de sus propios pedos y cómo estando en la cama llegaba incluso a taparse con deleite la cabeza para no dejar escapar ni una pizca del codiciado aroma.
Por temor a alargarme más de la cuenta, del pedo no voy a recoger aquí sus diversos géneros y especies, sus diferencias, efectos, su moralidad, las divergencias con los flatos y eructos, y un sinfín más de facetas que bien pudieran concluir con una reflexión aguda y sistemática de los diferentes emisores. Pero sí quiero mencionar la destacada atención que le dispensaron en tiempos de vacas gordas clásicos como Cicerón, Marcial, Hermógenes, Quintiliano, Horacio, Aristófanes, Claudio, Marcial y un largo etcétera. En cualquier caso, si alguien desea cruzar esta apasionante frontera de lo escatológico le remito al simpar Tratado sobre el pedo, opúsculo que guardo como oro en paño en mi biblioteca y cuya autoría sigue manteniéndose en el anonimato dos siglos después, de acuerdo con la ofensiva naturaleza del ente sobre el que versa.  

1 comentari:

  1. ANIMS GERMANET!!!! NO DEFALLEIXIS ARA!!!
    PETONS PANORAMICS (I AL "NEGRO" TAMBE).

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