23 de set. 2011

BULLDOGS FRANCESES ENANOS Y GATOS FOSFORESCENTES

Foto: Imágenes Google

Salgo a la calle y me encuentro con un humeante zurullo –quiero creer que de perro– en la acera. Pese a que no me acostumbraré jamás a observar cómo los dueños recogen las deposiciones de sus mascotas, ya han quedado atrás aquellos oscuros tiempos en los que uno se veía forzado al eslálom sobre cemento para no caer en el suplicio de tener que limpiar, ya fuera mediante fricción en el alcorque de un árbol o con jabonosa esponja en casa, las suelas de sus zapatos. Si la ley prohíbe despreocuparse de las excreciones de los consentidos chuchos urbanos, hay que hacerla cumplir a rajatabla. Para eso está. Es lo que pretendo cuando diviso al infractor al final de la calle y, sin perder ni un segundo, voy corriendo a por él. Me pongo a su altura y echo fuego por los ojos al advertir que se trata de uno de esos odiosos hipsters de los que ya he hablado en algún post, con sombrero tirolés, calzado estampado de bandera a cuadros de carreras y uno de esos ultrajantes bigotitos para cuyo rasurado se me ocurren todo tipo de perversiones orientales. Sujeta a un espécimen de bulldog francés enano, esa raza que tan de moda se ha puesto últimamente en Barcelona. «Ya estás volviendo sobre tus pasos a recoger la mierda de tu perro si no quieres que te arranque el bigote de cuajo», le digo con tono amenazante (o al menos así es como me gustaría decírselo). En un primer momento intenta hacerse el remolón, pero es consciente de que le saco una cabeza y de que mi cabreo me hace imprevisible. Sin decir ni pío y con la desidia propia de esta tribu, desanda su camino, saca un papel de periódico de su zurrón de piel de potro y elimina todo rastro de presencia canina.
Sé que este incidente puede costarle muy caro a su perro. Esta gente no se anda con chiquitas y, a la menor molestia, es capaz de desprenderse de su mascota con la misma facilidad con que lo hace de su bebida isotónica después de una sesión de skateboard sobre una plaza dura. Al parecer, las perreras de la ciudad empiezan a llenarse de bulldogs franceses enanos abandonados. Los expertos atribuyen el hecho al sinfín de problemas respiratorios y cutáneos que arrastra esta raza a causa de su pureza endogámica, motivo más que suficiente para que sus indolentes amos decidan cortar por lo sano. El único consuelo que les quedará a estos pobres animales será la luminosa compañía de los recientemente clonados gatos fosforescentes cuando también ellos sean pasto del mercado capitalista y del hastío de sus caprichosos y abúlicos propietarios.   

Cap comentari:

Publica un comentari a l'entrada