21 de set. 2011

NEGRAYCRIMINAL (IX)

Foto: R. Berrocal

Parecía que tras las vacaciones no iba a llegar nunca el inicio de la nueva temporada en el club de lectura. Desde que participo en él puedo certificar que mi grado de satisfacción está a la altura del que obtengo con cada nuevo número de la revista National Geographic, hasta el punto de obligarme a reconocer cuánta razón tenía quien se inventó aquella máxima de que lo bueno se hace esperar.
Fue entrar en la librería –impuntualmente– y encontrarme con el cariño de los compañeros y el carné de Cómplices que había prometido el librero antes del verano. Este último forma parte de las medidas que Paco Camarasa ha empezado a adoptar para combatir la crisis galopante que amenaza con el cierre de NegrayCriminal (Dios no lo quiera). A cambio de una simbólica contribución mensual, ese carné le da a uno derecho a una serie de prebendas que estoy seguro harán las delicias de los abonados. Tras una rápida mirada me agradó comprobar que, a excepción de la canaria Carmen Guimerá –una pérdida significativa que espero sea sólo temporal–, todo el mundo seguía en su sitio de siempre. 
El curso se inició con el libro Presagios, de la noruega Karin Fossum. Fui de los primeros en intervenir y enseguida advertí que una marabunta me iba a hacer papilla. Tuve la osadía de poner a parir una novela que había entusiasmado a la mayoría de mis compañeros. Bien mirado, no sé por qué lo hice. A toro pasado me he dado cuenta de que fui más papista que el Papa. Cometí el error de analizar concienzudamente qué le había llevado a la autora a escribir lo que había escrito en vez de centrarme tan sólo en el escrito en sí. Y claro está, los árboles no me dejaron ver el bosque. Lo que yo juzgué una tesis equivocada en realidad no tenía la menor importancia. En definitiva, mi argumentación hizo aguas por todas partes. Así al menos me lo hicieron ver mis compañeros. La mayoría apeló a algo tan evidente como la fragilidad y vulnerabilidad humanas ante situaciones inesperadas, a la resistencia frente a la adversidad, y al acierto en la descripción de sentimientos y emociones. Nadie es inocente del todo; el peso de alguna carga flota en el ambiente. En la novela hay tres muertes, pero lo fascinante es elucidar si llegan a tratarse o no de asesinatos. Asimismo, interviene un policía –eficiente pero desesperanzado, cuya veteranía ha logrado metabolizar los efectos del mal– del que se agradece que, a diferencia de en muchas otras ocasiones, no avasalle al lector. Todo eso y la gran cantidad de puertas que con intencionada maestría se dejan abiertas convierte la lectura en un auténtico placer. Justo es reconocerlo.

1 comentari:

  1. Gracies por echarme de menos. Yo también espero que mi ausencia sea temporal...
    Besos negrocriminales a todos y
    BUEN CLUB,
    Carmen

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