31 d’oct. 2011

¿QUÉ FUE DEL NUEVO PERIODISMO? (I)

Foto: Imágenes Google
Cuando hace ahora un par de meses el nuevo director de la agencia de comunicación en la que trabajo se presentó diciéndonos que en breve plazo el mejor periodismo ya no se hará en los diarios, radios o televisiones sino que saldrá de los blogs y de las redes sociales, me quedé de piedra. Nos explicó que el control que ejercen los grupos de comunicación sobre sus periodistas es tal que ya no hay dios que pueda desempeñar la profesión con un mínimo de libertad. Se ha llegado a tal grado de sectarismo que la calidad está por los suelos.
Sus palabras venían a coincidir con las que yo le había oído poco tiempo antes a la veterana ex corresponsal televisiva Rosa María Calaf: «Mientras que en la televisión prima el espectáculo, en la prensa escrita se tiende a una portavocía de los intereses del grupo. Ni unos ni otros sirven al ciudadano, sino que construyen una sociedad de consumidores de productos y de ideas en vez de la de ciudadanos que piensan con sentido crítico. La importancia de los medios de comunicación en la educación cívica es fundamental y la transmisión de valores esencial para construir una sociedad sana. En la actualidad, los medios se están desviando de su objetivo y de su compromiso social de control de los poderes económico y político, de manera que ya no sirven a la sociedad como debieran; ahora se sirven de la sociedad para sus intereses. Por eso es imprescindible que el ciudadano sea consciente de cuál es la situación y de que estar bien informado es un derecho (aunque requiera un esfuerzo); tiene, en definitiva, la obligación de prepararase y exigir esa buena información. Los medios priman el negocio sobre el deber hacia la sociedad; por eso, el ciudadano debería dejar de lamentarse con pusilanimidad y empezar a ensayar posibles soluciones».
Recuerdo que en 1991, cuando me faltaba un suspiro para acabar la carrera, topé en El País con un artículo de Alfredo Bryce Echenique en el que el escritor peruano se preguntaba con añoranza qué había sido del nuevo periodismo. Me dio mala espina. Desde que al inicio de la universidad el profesor de redacción periodística nos hiciera leer A sangre fría, de Truman Capote, yo tenía una idea fija: ganarme algún día la confianza de mi futuro redactor jefe a fin de que me concediera el tiempo necesario para sumergirme en una historia y escribir haciendo buena aquella expresión de «sabe de lo que habla».
(Continuará... )

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