1 de nov. 2011

UNA NUEVA COLONIZACIÓN EN ÁFRICA

Foto: Ramón Pla
Quiero creer que esta escena cotidiana de moler el mijo en el mortero –retratada hace unos años por mi amigo Ramón Pla– no corre peligro en el reino del hipopótamo (es lo que significa Malí en lengua malinké). ¿Por qué lo digo? Porque, al parecer, África está en venta. Sí, ya sé que siempre lo ha estado, pero esta vez el objetivo son los bienes de primera necesidad. Compañías transnacionales han entrado a saco y compran grandes extensiones de terreno con el fin de producir alimentos para luego exportar. Nada más fácil en un continente donde la falta de regulación favorece el acaparamiento de tierras. Es el caso de muchos países del África subsahariana, en los que firmas chinas pretenden crear una gran alacena con la que dar de comer a sus habitantes. Por si no fuera suficiente, el hecho se agrava al desembarcar con sus propios trabajadores. Los filantrópicos propósitos del primer mundo para impulsar el desarrollo de estos estados han quedado así en saco roto. Como siempre.
Desde 2001, los gobiernos de países como Mozambique, Sudán del Sur, Etiopía, Zambia, Liberia, Madagascar y Uganda han arrendado, vendido o están negociando la cesión de 227 millones de hectáreas de tierras, o unos 2,27 millones de kilómetros cuadrados, a firmas de origen extranjero. En la mayoría de los casos, estas adquisiciones conllevan la expulsión de las comunidades locales de las tierras en las que habitaban. Inmediatamente después, a éstas se les da un uso comercial, bien sea la producción de biofuel o aceite de palma, bien el cultivo de alimentos básicos como cereales o arroz que serán exportados a otros países. Esta situación no deja de ser chocante si se tiene en cuenta que en algunos países –como Sudán del Sur y Etiopía– parte de la población requiere de asistencia humanitaria permanente para no pasar hambre.
Fue en el año 2008 cuando estas ventas, motivadas por el incremento del precio de los alimentos, alcanzaron su punto álgido. Grandes inversores privados, en su mayoría occidentales y países como China e India e incluso Arabia Saudí, Kuwait y Corea del Sur, se lanzaron a comprar tierras en el extranjero para producir comida. Pero lo que podría suponer el camino hacia la modernización tecnológica y el desarrollo del empleo local, en la práctica no beneficia a la comunidad porque los gobiernos no están sabiendo negociar esas cesiones. La única consecuencia visible de este desaguisado es el desplazamiento de los agricultores autóctonos, cada vez más empobrecidos y ahora sin un mísero trozo de terreno en el que cultivar.
Paradójicamente, los países africanos que se escaparán de esta nueva colonización serán aquellos que cuentan con tierras menos fértiles, como es el caso de Malí. Allí al menos las hambrunas se darán por causas naturales, no por la mediación del hombre. Mundo de mierda.

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