30 de nov. 2011

LITERATURA DE VIAJES (Y III)

Foto: Imágenes Google
(... Viene de hace dos días)
El elenco de británicos se completa con otros dos de rompe y rasga: Jan Morris y Colin Thubron. La primera, galesa, nació varón, fue oficial británico del 9º Regimiento de Lanceros de la Reina durante la II Guerra Mundial, se casó, tuvo cinco hijos, se divorció por obligación, cambió de sexo en 1972 en Casablanca –experiencia que reflejó en su magnífico  Conundrum–, y volvió a contraer matrimonio con la mujer con quien ha compartido toda su vida. Mientras tanto, tuvo tiempo de ser periodista y de escribir maravillas como Venecia o una serie sobre su tierra natal. En cuanto al segundo, Thubron, se confiesa viajero por la necesidad de descubrir al otro y tiene ese aire, aspecto y maneras de gentleman curtido en la sobriedad de Eton. Destaco La sombra de la Ruta de la Seda y Entre rusos.
Otro escritor que no sólo me ha hecho disfrutar muchísimo sino también reír a carcajadas es el simpático estadounidense Bill Bryson. Ahí van dos primeras frases de sus libros que no tienen desperdicio: «Mi pueblo es Des Moines. Algún habitante había de tener», o «Más de trescientos millones de personas en el mundo hablan inglés y el resto, bueno, parece que lo intenta. Sería caritativo decir que los resultados son a veces irregulares». De él recomiendo sus libros ¡Menuda América! y En las antípodas.
Estoy obligado a mencionar aquí al italiano Claudio Magris, para quien la vida es un viaje infinito. Como ya sabéis, con él tengo una deuda pendiente: la lectura de su obra magna El Danubio.
Entre los españoles, hay dos sobresalientes: Javier Reverte y Manu Leguineche. Creo que no necesitan presentación y se pueden empezar a leer por cualquiera de sus libros. De Manu Leguineche me reservo un post para este próximo mes de diciembre.
He querido dejar para el final a los escritores de viajes de naturaleza, por quienes tengo un especial cariño. El primero de ellos es Gerald Durrell, el hermano pequeño de Lawrence, el de El cuarteto de Alejandría. Colecciono todos sus libros y, por encima de todo, le agradezco que me enseñara a tener devoción por el reino animal. Mi familia y otros animales es imprescindible para cualquier lector que se precie de serlo. Asimismo, en este grupo hay tres antropólogos y un naturalista que me tienen completamente arrebatado: Nigel Barley (El antropólogo inocente), Marvin Harris (Vacas, cerdos, guerras y brujas), Redmon O’Hanlon (Un viaje entre el Orinoco y el Amazonas) y Tim Flannery (A pie por Nueva Guinea e Irian Jaya). Ahora bien, puestos a elegir, yo me quedo con otro naturalista, el neoyorquino Peter Matthiessen, cuyo libro El leopardo de las nieves, al que regreso a menudo pese al frío que me hace pasar, es el único de toda mi biblioteca que no prestaría jamás. ¿Queda claro?

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