12 de des. 2011

BLANCOS DE LA MAGIA NEGRA

Foto: Imágenes Google
El otro día, gracias a Álex, un compañero de trabajo que en tiempos lejanos también fue vecino del barrio, logré al fin poner nombre a una de las lacras que asuela el planeta con mayor virulencia: la de la ignorancia del ser humano. Se trata de un fenómeno psicológico según el cual las personas con conocimientos escasos tienden a pensar que saben más de lo que en realidad saben, y a considerarse más inteligentes que otras mucho mejor preparadas. Pues bien, a esa conducta temeraria se le conoce desde 1999 como efecto Dunning-Kruger. En mayor o menor medida, todos lo padecemos por más que tratemos de disimularlo. En muchos casos, ese comportamiento estúpido y hasta cierto punto ingenuo suele despertar la hilaridad, pues no pasa de ser un pecado venial. Pero en otros en los que se agrava, no es cosa de reírse –como tituló William Saroyan una excepcional novela–, porque puede llegar a adquirir visos de tragedia. A lo largo de la historia, existen incontables ejemplos.
Me temo que he metido el efecto Dunning-Kruger un poco con calzador en este escrito puesto que no estoy seguro de si los dos asuntos de los que voy a hablar a continuación tienen que ver más con la ignorancia que con el fraude puro y duro. Sea como fuere, los considero demasiado espinosos como para no prestarles la debida atención. Ambos están relacionados con ese tipo de medicina tradicional tan propia del Oriente asiático y tan equidistante de la superstición como de la ciencia. Y es que resulta a todas luces incomprensible que en pleno siglo XXI todavía haya gente que crea en ciertas praxis médicas sin mayor base que la del acatamiento cerril a unas creencias ancestrales.
El primer asunto ha surgido, pues, a raíz de la extinción del último rinoceronte de Java en Vietnam a causa de los disparos de unos cazadores furtivos. Esa subespecie de perisodáctilos ha dejado de existir por la sencilla razón de que a su cuerno se le atribuyen milagrosas propiedades curativas. Nada comparable en cualquier caso a lo que está sucediendo en algunos países africanos –Tanzania, Burundi y Kenia a la cabeza–, en los que la víctima es otra muy distinta: el hombre. Aunque a los sacrificados (por no decir asesinados) no se los considere como tales, sino como fantasmas o espectros. Me estoy refiriendo a los negros que padecen de albinismo –esa falta de pigmentación en la piel, el pelo y los ojos como consecuencia de un trastorno genético hereditario–, cuyo sanguinario hostigamiento todavía es más inconcebible que en el caso de los rinocerontes. Reside en los mitos extendidos por los brujos acerca de los poderes mágicos de sus miembros descuartizados y molidos para la consecución de una mejora en el status social. Pero quienes en el primer mundo serían inmediatamente condenados al ostracismo, en el tercero cuentan con la permisividad de unos gobiernos que creen a pies juntillas en sus hechizos. ¿De qué hablamos?¿De ignorancia?¿De pánico al diferente?¿Del negocio del asesinato?¿De blancos de la magia negra?¡Conrad, siempre Conrad!¡Ah, el horroooor!

Cap comentari:

Publica un comentari a l'entrada