6 de des. 2011

CAPITALISMO Y FÚTBOL

Foto: Imágenes Google
El pasado verano me sorprendió mucho la noticia de un jugador de fútbol del Sporting de Gijón, Javi Poves, que había resuelto colgar las botas a los veinticuatro años por coherencia con sus ideales. Al parecer, uno de los motivos que lo indujeron a tomar una decisión tan drástica fue su recelosa concepción del fútbol profesional, donde el dinero a espuertas y la corrupción intrínseca lo convierten en un tentáculo más del capitalismo, sistema por el que no profesa ninguna simpatía, hasta el punto de acusarlo de enriquecer a unos a costa de matar a otros. Sus palabras me habrían parecido fuegos de artificio si no hubiera habido hechos fehacientes que las acompañaran. Y es que, desde hacía tiempo, el chaval venía demostrando que creía a pies juntillas en lo que decía. Por un lado, había renunciado al vehículo con el que un patrocinador de su club había obsequiado a cada uno de los jugadores de la plantilla arguyendo que él ya tenía el suyo, un pequeño Smart que lo lleva a todas partes. Por el otro, exigía cobrar su nómina mensual en dinero contante y sonante y no a través de un ingreso en una entidad bancaria, pues las considera tan siniestras como culpables de la galopante crisis en que nos hallamos inmersos. La cosa no ha quedado ahí. El joven, además, ha dado calabazas a algunos partidos políticos que, conscientes de que su gesto atrae votantes, han querido incorporarlo a sus filas. Esa determinación de negarse a salir de la ciénaga para caer en la boca del lobo para mí todavía lo honra más. Por eso, lejos de que todo quede en una rabieta de colegial, yo sólo espero que el futuro lo recompense con creces.
El reciente fallecimiento de Sócrates, aquel carismático futbolista brasileño de la década de los ochenta, me ha llevado a relacionarlos. Cuando el formidable mediocampista –tanto como su nombre completo: Sócrates Brasileiro Sampaio de Souza Vieira de Oliveira– fichó en 1984 por el equipo italiano Fiorentina, un periodista le preguntó cuál era su personaje italiano favorito. Sin pensárselo dos veces, dejó a todo el mundo boquiabierto al contestar con toda naturalidad: «Antonio Gramsci». Adscrito a la izquierda política de su país, si bien no renunció al dineral con el que el fútbol premió su talento, sí en cambio trató de combatir el capitalismo desde dentro. En el Corinthians, donde desarrolló buena parte de su carrera, encabezó la llamada Democracia Corinthiana, un movimiento de autogestión de los jugadores que se inició con una protesta contra las largas concentraciones antes de los partidos y que pronto devino en un fenómeno más amplio que coincidió con la lucha de la sociedad brasileña contra el régimen militar. Ahora bien, yo me quedo con la siguiente reflexión: «¿Por qué causas tan conmovedoras como los niños que viven en la calle, la miseria extrema en el corazón de África, los tsunamis o el genocidio no mueven tanto como el fútbol? A menudo pienso si podremos canalizar algún día ese entusiasmo que nos proporciona el fútbol hacia algo positivo para la humanidad. Al fin y al cabo, el fútbol y nuestro planeta tienen algo en común: ambos son una bola». Pues eso.

1 comentari:

  1. Quien tuviera ideales para defender, aunque fuera a través del fútbol. Besos

    ResponElimina