14 de des. 2011

LA VACANTE

Foto: Imágenes Google
Aunque mi pretensión inicial con este blog era escribir hasta el hartazgo sobre mi tema preferido, la literatura, a la hora de la verdad no ha sido así. Me he sentido atraído por un sinfín de asuntos de lo más dispar que han variado en gran medida el rumbo de mis planes –no negaré que también han contribuido a hacer más digerible El caçador d’instants–. Por eso estoy convencido de que sabréis comprender si hoy dedico el post a hablar de preferencias literarias aun saltándome a la torera la expresión «sobre gustos no hay nada escrito». Quiero hacerme eco de la comezón que le produce al crítico literario Ignacio Echevarría la inexistencia de un sustituto que ocupe la vacante de “escritor nacional” que dejó al morir el vallisoletano Miguel Delibes. Él mismo se disculpa por la vaguedad que flota alrededor de este concepto, asociado a un tipo de escritor que se juzga representativo de un determinado país bien sea por la atención que en su obra reciben los problemas y las circunstancias comunes a la mayoría de los ciudadanos cuanto por la forma en que en ella aparecen caracterizados los rasgos que se juzgan más específicos de la comunidad.
Dice también que, formulado así, “escritor nacional” suena a materia anticuada, más propia de naciones pujantes o que reivindican que de estados modernos. Yo no estoy muy de acuerdo con él, aunque sí reconozca que en naciones pequeñas o desplazadas la figura del escritor nacional se convierta en su seña de identidad y de sus particularidades. Ahí están para confirmarlo los casos de Bernardo Atxaga en la cultura vasca o de Manuel Rivas en la gallega, tan bien perfilados, por hablar de nuestras distintas realidades peninsulares.
Todas las literaturas cuentan dentro de su propia tradición con uno o varios escritores en activo que les sirven de emblema. En la cultura española, en la que me centro, era hasta hace poco Miguel Delibes, aunque también podría haberlo sido Camilo José Cela o Gonzalo Torrente Ballester. Echevarría pone trabas a los candidatos mejor situados para sustituirlos, como Arturo Pérez Reverte, Almudena Grandes o Antonio Muñoz Molina. Considera que la nómina restante de novelistas españoles se aparta del paradigma implícito en esta categoría. Supongo que se refiere a escritores como Juan Marsé, Eduardo Mendoza, Javier Marías o Rafael Chirbes (para mí igual de sólidos que los anteriores). 
En otros países hay escritores que cumplen a las claras con el modelo de escritor nacional, aunque a decir verdad la modalidad está un poco alicaída (son los casos de Günter Grass en Alemania, Ismael Kadaré en Albania o Carlos Fuentes en México). La razón hay que buscarla en la internacionalización de la literatura y en la supuesta globalización cultural. Ahora se llevan más las propuestas totalizadoras de Jonathan Franzen o del fallecido Roberto Bolaño. En cualquier caso, coincido con Echevarría en que convendría acaso preguntarse si esa ausencia de escritor nacional que, aparte de en nuestro país, se hace extensiva a otros muchos, no conlleva una pérdida lamentable. 

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