4 de des. 2011

MEMORIA FRENTE A RESILIENCIA

Imágenes Google
De todas las películas de Steven Spielberg, posiblemente la que más me guste sea El imperio del sol. No sé cuántas veces la habré visto (creo que tantas como Cadena perpetua, esa otra obra maestra heredera de la más pura tradición de cintas carcelarias que protagonizan Tim Robbins y Morgan Freeman), pero en todas me cuesta Dios y ayuda contener las lágrimas. Está basada en una novela de J.G. Ballard y se centra en las tribulaciones de un niño británico que, durante la toma de Shangai por las tropas japonesas a comienzos de la II Guerra Mundial, se extravía de sus adinerados padres y acaba dando con sus huesos en un campo de concentración. Allí tendrá que recurrir a todo su ingenio de pícaro para sobrevivir en los cuatro años que pasará confinado. Por supuesto, cuando finalmente se reencuentra con su familia ya no es el niño que fue antes de tan traumática experiencia. Aunque, a lo largo de la película, sus progenitores no aparecen en ningún momento, a mí me produce la misma desazón imaginarme el sufrimiento de estos cuanto contemplar el de su querido retoño.
Cuando hago memoria del filme de Spielberg, no puedo evitar asociarlo a una novela bastante desconocida en estos lares, Tanguy, del hispano-francés Michel del Castillo. Entre los pocos libros de ficción que he leído sobre temática de la Guerra Civil o de algún otro de los grandes conflictos del siglo XX, no tengo dudas en situarla en la cima. Quizá porque se trata de una narración autobiográfica. A su lado, las vicisitudes del niño James de El imperio del sol se quedan en nada. El autor de Tanguy, nacido en Madrid en 1933, de madre española, Cándida del Castillo, y padre francés, Michel Janicot, ambos simpatizantes republicanos, se ve obligado a salir de la capital de España a los tres años. Vive con su madre en Vichy hasta que la delación de su padre a causa de los celos, los lleva a ingresar en el campo de concentración de Rieucros. A los nueve años, se enfrenta a la vida en solitario. Regresa a España en busca de su abuela, pero en el camino le espera un nuevo obstáculo, el asilo Durán de Barcelona, el terrible correccional que los miembros de la orden religiosa de San Pedro ad vincula mantuvieron en activo hasta 1977, concretamente en la gran finca de la calle Vilana, 10 (hoy en día, ocupa su lugar la clínica Teknon). Allí permanecerá encerrado entre 1946 y 1949 –años estériles–, y sólo una arriesgada fuga le permitirá reunirse con su abuela en Madrid en plena dictadura franquista. ¿Alguien da más? Como para olvidar el pasado. Si la resiliencia es inherente al género humano y posibilita salir de las peores situaciones, la memoria pasará por encima como una apisonadora para recordarnos con el más vívido detalle aquello a lo que tuvimos que enfrentarnos. Y si no, que se lo pregunten al malhadado Primo Levi.

1 comentari:

  1. Supongo que lo sabes, pero Ballard que es en buena medida un escritor de cienciaficción en esta novela alejada de su género habitual se inspira en su experiencia personal de niño de origen inglés nacido en Shangai y encerrado con sus padres en un campo de concentración tras la ocupación japonesa de la ciudad.
    Enrique

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