21 de des. 2011

NEGRAYCRIMINAL (Y XII)

Foto: R. Berrocal

Ha llegado el momento de las despedidas. Aunque me cuesta anunciároslo (escribo embargado por una emoción cómplice –permitidme un guiño a mis adorados compañeros de club–), éste será el último de los posts que escriba en El caçador d’instants sobre la librería NegrayCriminal de los nunca suficientemente valorados Paco Camarasa y Montse Clavé. De manera que, al igual que hice en su día con el primer artículo de la serie, me voy a permitir tomarme una licencia que no va a ser sino la misma de entonces (por si me faltó convicción): instaros a que acudáis de miércoles a domingo a esta coqueta librería de la calle de la Sal, en el barrio de la Barceloneta, y pongáis a prueba a los libreros. Os maravillarán con lo que llegan a saber sobre su mercancía y no os daréis ni cuenta, pues lejos de abrazar el vano lucimiento personal tan sólo persiguen compartir con el visitante su franca pasión por todo lo que huela a negro. Si me atrevo a insistiros es por haceros partícipes de uno de los grandes alicientes que se pueden encontrar hoy en día en la ciudad. Quiero lo mejor para quien ha tenido la paciencia de aguantarme durante este intenso año. Creo que es una buena manera de agradeceros vuestra fidelidad.
Dicho lo dicho, entro ya en materia. Si alguna vez os ha seducido el cine gamberro de Quentin Tarantino, hoy, por gentileza de Libros del Asteroide, tengo el placer de hablaros de una de las fuentes de las que más ha bebido el director de Tennessee: la no menos gamberra novela Los amigos de Eddie Coyle, del ya fallecido George V. Higgins. Ha sido la lectura del mes de diciembre y, sin duda, un estupendo cierre de año.
La cosa va de tipos ambiguos en el Boston de la década de los sesenta, gente que no quiere fastidiar a nadie a propósito aunque el devenir de los acontecimientos nos invite a pensar lo contrario. Me resulta imposible hablar de una trama (ni lineal ni elíptica) porque no la hay, pero precisamente en esa ausencia reside la maestría de este libro. Se diría que uno se halla frente una mera crónica periodística, no ante un relato imaginario. Se trata de la máxima expresión de un realismo puro y duro y carente de artificios literarios donde el código del honor está a la orden del día. De ahí que no haya sobrevivido al desgaste de los años. Pero eso poco importa. Y más si uno tiene ocasión de darse un infrecuente atracón de diálogos vivos e inteligentes al alcance de muy pocos escritores. Bien es cierto que la fotografía general es triste y deprimente, pero vale la pena dejarse llevar por la fuerza de esta historia igual que si se circulara en alguno de los muscle cars de los protagonistas.
Para acabar, un compromiso. El de seguir escribiendo en el blog de Cómplices para dar detalle a los amigos del club de lectura de nuestros apasionantes encuentros mensuales. 

1 comentari:

  1. ¿Cómo? ¿Despedida? ¿Nos estás diciendo que al Caçador d'instants le quedan sólo cuatro días? ¿Qué haremos sin ti?¿Qué harás tu sin nosotros?

    ResponElimina